XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo A
DIOS SE MANIFIESTA.
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: 1 Reyes 19, 9a. 11-13a: Dios se hace presente en la tenue brisa. Elías descubre que Dios pasa en el susurro imperceptible. Dios es trascendente y desconcertante para el hombre. Se le encuentra más en el silencio que en el ruido, más en la pequeñez que en la grandiosidad.
- 2ª Lectura: Romanos 9, 1-5: Pablo reta a su pueblo Israel. Pablo vive el drama de su pueblo porque comprueba que los hijos de Israel no han querido reconocer a Jesús como Mesías. Para que crean los de su raza está dispuesto a ser proscrito.
- Evangelio: Mateo 14, 22-33: La presencia del Señor en el mar. Jesús calma la tempestad y enseña a saber afrontar sin miedo el riesgo de creer. El creyente no puede vacilar ante las dificultades que surgen en la vida, porque Cristo está siempre presente en su caminar.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Pensando un poco en el mundo en que vivimos, nos damos cuenta que hay excesivo ruido; demasiados gritos que impiden escuchar la vos de Dios y percibir su paso entre nosotros. Es cierto que Dios está en todas partes. Pero para encontrarse con él es preciso buscarle: en la brisa, en el susurro, en el silencio. un mundo muy distinto al mundo en el que vivimos. De ello nos habla la primera lectura de hoy.
En el reino del Norte, la reina Jezabel, de origen fenicio, quiere implantar entre los israelitas el culto al dios Baal. El profeta Elías levanta su voz contra aquella imposición idolátrica que mata a la religión de Yahvé-Dios. Por ello es perseguido y tiene que huir hacia el sur de Judá, y camina hacia el monte Horeb, ocultándose en una cueva porque le buscaban para quitarle a vida.
El profeta busca a Dios como refugio en su angustia. Una búsqueda manifiestamente interesada. Y va la lugar donde el Señor se había revelado en varias ocasiones. El Horeb es el "monte de Dios" en el desierto. Allí el Señor le asegura que "salga de la cueva porque va a pasar" y quiere encontrarse con él. Pero el Señor no estaba ni en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego devastador, sino en la brisa, en el susurro, en la suavidad del viento.
Mis queridos hermanos y hermanas, los signos de la presencia y manifestación de Dios son imprevisibles. Pero, desde luego, no se le encontrará en la violencia, en el alboroto, ni en ninguna experiencia que implique sufrimiento para el hombre. El hombre busca a Dios, pero es Dios quien elige el modo y el medio a través de los cuales quiere manifestarse a los hombres.
En nuestras angustias, en nuestros sufrimientos, en nuestras dudas, busquemos a Dios con sencillez, con humildad y él se hará presente en el modo que más convenga; y él mismo se encargará de buscar el medio por el cual se va a dar a conocer. No le pidamos que se manifieste espectacularmente porque nos pasará como al profeta Elías: no lo hallaremos. Nuestro encuentro con Dios se realizará en la calma y en la serenidad. Ese es el riego de nuestra fe: confiar en Dios que se manifiesta de forma imprevisible.
Hermanas y hermanos, las tres lecturas del domingo de hoy nos invitan a confiar en Dios; que no somos nosotros quienes deben decidir cómo queremos que se manifieste él en nuestras vidas, ni está en nuestras manos elegir el medio a través del cual llegue su salvación a nosotros. Él nos dice hoy en el salmo que la "salvación está ya cerca de sus fieles". Dios está al lado de su pueblo. Pero su presencia nos pasa, en ocasiones, desapercibida. Hay que estar atentos, como Elías en la puerta de la cueva, para reconocerlo en el ligero susurro de una brisa suave. Hay que tener los ojos de la fe bien abiertos para no confundir al Señor que se acerca caminando sobre las aguas con un fantasma, como les ocurre a los discípulos en el relato del evangelio. Del mismo modo, Pablo, en la carta a los Romanos, confiesa que se siente invadido por la tristeza por su pueblo, los de su propia raza, los elegidos desde antiguo, porque no han sabido reconocer en Jesús al Hijo de Dios. Amén.
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