domingo, 31 de agosto de 2014

CATEQUESIS DOMINICAL

XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo A.
LA LOGICA DE DIOS.

  • 1ª Lectura: Jeremías 20, 7-9. La confesión de Jeremías. El profeta, seducido por Dios, se lamenta amargamente y se desahoga con Dios porque su vocación le ha traído disgustos y persecuciones. Sus palabras le hacen odioso al pueblo. Pero el fuego ardiente de la palabra divina le obliga a ser mensajero de Dios. No puede callar, a pesar de las persecuciones.
  • 2ª Lectura: Romanos 12, 1-2. El verdadero culto. Pablo exhorta a los romanos a que se ofrezcan como holocausto vivo y agradable al Padre. El culto en espíritu y en verdad consiste en ofrecer al Señor las obras de cada día y a vivir según la voluntad divina.
  • Evangelio: Mateo, 16, 21-27. La lógica de Cristo. Jesús anuncia el sentido de su mesianismo en la línea del Siervo sufriente. Pedro reacciona en contra de esa concepción, y Jesús proclama que quien quiera seguirle debe cargar con la cruz. La cruz no es término, sino camino. Jesús lo dice claramente: el que pierde su vida, el que se venza a si mismo, el que se olvide de si mismo, encontrará la vida.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: La relación del discípulo con el Señor no consiste en el aprendizaje de una doctrina o el cumplimiento de determinadas normas. La Biblia habla de esta relación usando términos como "alianza", "amor", "seguimiento"... Las lecturas de hoy son una magnifica muestra de ello. Jeremías se confiesa seducido por Dios, vencido por su palabra que habita en lo más intimo de su ser. En su carta, Pablo anima a los romanos a renovarse por dentro para comprender el querer de Dios. Y Jesús, en el evangelio, llama una vez más a Pedro y a todos los discípulos a ponerse detrás de él, a seguirle para que descubran lo que significa cumplir la voluntad de Dios y se dejen transformar por ella.
Tanto Jeremías como Jesús hablan con claridad a sus discípulos y oyentes. Por tanto, no se presentan ante ellos como aduladores, ya que los aduladores dicen a la gente lo que la gente quiere y les gusta escuchar, aunque no sea verdad. Por eso son bien acogidos y recibidos. Es una experiencia demasiado frecuente en nuestro mundo.
Sin embargo, el profeta Jeremías no hace esto. El profeta dice los que es justo; lo que es recto, lo que es inspiración de Dios; guste o no guste, se acepte o no se acepte, agrade o incomode. Por ello no es bien recibido en multitud de ocasiones. Incluso se le persigue o se le responde con la burla o el desprestigio. El profeta Jeremías se ha envuelto en esta penosa realidad, tal como nos dice la primera lectura de hoy.
El profeta lo tiene claro, no puede anular a un pueblo que se ha apartado de Dios: ofrecen incienso a dioses extraños; han derramado sangre inocente; han construido santuarios al falso Baal y le han ofrecido sacrificios humanas que jamás Dios consintió. Por eso tiene que anunciarles la destrucción y la muerte a causa de su mal proceder para con el Señor.
Ésta es la misma experiencia que vive Jesús. No es bien recibido por el pueblo de Dios; es rechazado, perseguido. Se tienen dudas "si es él quien ha de venir o hay que esperar a otro". Y en esa delicada situación los discípulos, encabezados por Pedro, confiesan que Jesús es el Hijo de Dios, como veíamos el domingo pasado. Ha sido un gesto verdaderamente heroico de proclamación de fe cristiana.
Pero ahora que Jesús da un paso más hacia el fin que le espera y les anuncia que el camino de la resurrección pasa por el sufrimiento y la muerte en cruz, ya no es aceptado por sus discípulos. Ese anuncio siembra el desconcierto en ellos y también la decepción y el rechazo. y es también el apóstol Pedro quien manifiesta que es imposible que tenga que sucederle a Jesús.
Por ello Jesús le increpa y le invita a tomar la actitud del auténtico discípulo: seguir al maestro en el camino que éste ha de recorrer. El discípulo incondicional de Jesús es quien abandona su propia vida para centrarla en la de Jesús. Por eso tiene que aceptar los riesgos que ello conlleva. La invitación que hace Jesús a tomar la cruz no ha de entenderse al pie de la letra; Jesús no nos invita a vivir replegados ante los sufrimiento de la vida; no dice qu el sufrimiento sea bueno para el hombre, sino que indica la actitud que ha de tener un discípulo ante el mismo y ante el Maestro que ha sido rechazado y perseguido. No podemos ser discípulos del Señor sólo cuando las cosas nos van muy bien; hemos de serlo también cuando nos visita la adversidad, el sufrimiento injusto, la incomprensión y la cruz. Hay que estar en disposición de correr el riesgo de ser rechazados, insultados y despreciados como lo fue Cristo Jesús. Amen.

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