domingo, 24 de agosto de 2014

CATEQUESIS DOMINICAL

XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo A.
LAS LLAVES DEL REINO.
 
1º Lectura: Isaías 22, 19-23. El poder de las llaves. El profeta Isaías pronuncia un oráculo contra un mayordomo que se ha hecho odioso por su arrogancia. El profeta habla de su destitución y se nombra a otro. Alude a los signos de ese cargo. El nuevo mayordomo se dedicará a servir al pueblo. El Señor elige a quien quiere para llevar a cabo sus proyectos.
  • 2ª Lectura: Romanos 11, 33-36. El don insondable de Dios. Pablo, como fuera de sí, habla de la grandeza de Dios. Nadie es capaz de conocer a Dios. Nadie es capaz de aconsejarlo. Dios es el origen, el guía y la meta de todas las cosas. Nadie lo puede manipular. Él es don y regalo para todos. Pablo plantea unas preguntas retóricas que esperan una respuesta.
  • Evangelio: Mateo 16, 13-20. Jesús da a Pedro el poder de las llaves. Jesús plantea una doble pregunta a sus discípulos. La primera es a modo de encuesta, la segunda es directa para los discípulos: ¿y vosotros? Pedro afirma quién es Jesús. Y el Maestro lo constituye en piedra sobre la que se edifica la Iglesia y le da el poder de las llaves del Reino de los cielos.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Nos volvemos a reunir, formando una pequeña Comunidad, para celebrar la Eucaristía y escuchar juntos la Palabra de Dios, que es guía y luz para nuestros pasos. Y nos sentimos unidos a otros muchos cristianos que, en todo el mundo se reúnen del mismo modo, para ofrecer a Dios nuestra Acción de Gracias.
Hoy el profeta Isaías presenta la sustitución de un mayordomo real. El traspaso de poderes está simbolizado, entre otros distintivos, en la entrega de llaves, una imagen que remite al evangelio de Mateos y recuerda la nueva misión que Jesús entrega a Pedro como servidor de su Iglesia. En ella tienen cabida todos los pueblos -judíos y paganos, como vimos el domingo pasado- siempre que confiesen a Jesús, al igual que lo hizo Pedro, como Mesías e Hijo de Dios y pongan en práctica sus enseñanzas.
Esta confesión es el resumen de la fe de la Iglesia. Jesús hace un breve examen a sus discípulos. Solamente dos preguntas: 1) ¿Qué dicen de mí?; ¿qué dice la gente que soy yo? 2) ¿Qué pensáis vosotros que soy yo?
Para nosotros responder que "Jesús es el Salvador, el Mesías, el Redentor", es sumamente fácil. Vemos que la Historia se divide en dos partes: antes y después de Cristo. Pero para ellos era dificilísimo. Solamente bajo el influjo de la fe pueden dar una respuesta acertada. Ellos saben que nació en Belén; que vive en Nazaret. Pero ¿es el Mesías? ¿es el Hijo de Dios?, ¿es el Salvador esperado?, ¿realizará el cambio en la Humanidad como anunciaban los profetas? Difícil dar el paso a la afirmación.
También sucede hoy. No se niega que Jesús sea el "Jesús de Nazaret". Pero que sea el Salvador, el Señor, solamente se puede afirmar bajo la luz e impulso de la fe. Hoy Jesús también hace esas dos preguntas. Y la gente habla de Jesús de Nazaret y dice muchas cosas de él. Pero ¿qué decimos nosotros?; ¿qué significa para nosotros Jesús de Nazaret?; ¿en qué cambia nuestra vida respecto a otros que no le reconocen como el Salvador?; ¿cuál es nuestro testimonio de fe ante su persona y su mensaje?
Ante la respuesta que le da Pedro, Jesús le confiere los "símbolos" de la autoridad del reino mesiánico:
  • le constituye en piedra sobre la que edificará su iglesia;
  • le promete las llaves del Reino;
  • le concede el poder de atar y desatar.
Queridos hermanos y hermanas, nos encontramos en un momento decisivo para la sociedad y el mundo en que vivimos. Nuestro testimonio de fe cristiana es crucial. Debemos dar una respuesta firme a la pregunta del Señor, como lo hizo el apóstol Pedro. Pero no solamente una respuesta teórica de Catecismo, sino con la verdad cristiana de nuestra vida. Para dar una respuesta acertada como la de Pedro, hemos de tener contacto directo con Jesús en su palabra (Biblia), en el templo (eucaristía dominical), en nuestro interior (meditando sus misterios en nuestro corazón diariamente) y en la comunidad, en el otro (que es donde mejor se puede detectar su presencia, sobre todo en el que sufre o está marginado)
Jesús es el Salvador a quien reconocemos por la fe y de quien aceptamos su mensaje salvador por estar iluminado por la esperanza y realizado en el amor. Amén.

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