LA NOVEDAD DEL MANDAMIENTO NUEVO
IDEAS PRINCIPALES DE LAS LECTURAS DE ESTE DOMINGO
- 1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 14,21b-27: Pablo y Bernabé continúan anunciando el evangelio de Jesucristo por distintas ciudades. Terminando su primer viaje misionero regresan a la Iglesia madre de Antioquía para contar su experiencia a la comunidad y cómo los paganos han acogido el Evangelio.
- 2ª Lectura: Apocalipsis 21,1-5a: Por primera vez en el Apocalipsis, Dios sentado en el trono, habla. Su palabra preside la nueva creación como había presidido la primera. Dios hace todas las cosas nuevas porque el primer mundo ha pasado y establece su morada entre los hombres. El fruto último de la salvación es un cielo y una tierra nuevos, sin muerte ni dolor.
- Evangelio: Juan 13,31-44ª.34-35: La novedad de la enseñanza de Jesús es el mandamiento del amor. Él es el modelo de este amor cuando dijo: “Como yo os he amado”. La Pascua de Cristo es una novedad, como fue novedad el mandamiento nuevo. El amor mutuo es la garantía y la manifestación de la presencia permanente del Resucitado entre nosotros. Vivir la Pascua es vivir en caridad fraterna.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Hay mucha gente que nos ofrece diversos y variados programas para construir “un mundo nuevo”.
Las leyes y las normas de conducta que se prometen implantar para conseguirlo, son variadas.
Las “Constituciones”, los Códigos”, los Reglamentos”, son numerosísimos.
Incluso en el pueblo judío, en el ambiente en que se desarrolló Jesús, ofrecía un código con 613 normas de conducta que habían de cumplirse para agradar a Dios.
En el breve evangelio de hoy, Jesús nos ofrece un código mucho más breve que todo eso.
Jesús, el Señor, en su testamento, pocas horas antes de morir, no deja normas ni leyes ni pautas o recetas de apostolado, sino que nos ofrece “un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado”, como único fundamento de su Evangelio salvador.
Y, precisamente es mandamiento nuevo será la señal por la que se conocerá a los discípulos suyos.
La señal de los cristianos no será una bandera, un emblema, ni un territorio, ni unas fronteras determinadas; ni siquiera el bautismo, la misa, el credo u otros mandamientos.
La señal, por la que conocerán que somos discípulos del Señor, es el mandamiento nuevo de Jesús.
Hoy, en nuestra sociedad secularizada, pluralista, materialista, violenta, ser cristiano sigue conociéndose por el cumplimiento del mandamiento nuevo de Jesús: el amor a todos como él nos ha amado.
El amor de Jesús lo vemos en la cruz: entrega su vida a favor nuestro y muere amando, perdonando, disculpando a los culpables; pero no muere odiando ni matando.
Su “bandera”, enarbolada en la cruz es amar a todos como él nos amó. Un amor desinteresado, acogedor, servicial. Esta es la tarea gozosa del creyente en esta sociedad donde se falsifica tanto el amor.
El que se adentre por el camino de Jesús y se decida a seguir el estilo de su vida, descubrirá que sólo el amor hace que la vida merezca la pena ser vivida y que sólo desde el verdadero amor es posible experimentar la gran alegría de vivir.
Si cumplimos esta norma de convivencia que nos ofrece Jesús, estaremos construyendo el mejor de los mundos, que ningún programa político ni social podrá igualar.
Estamos viendo cómo nuestro mundo se está volviendo cada día más violento rompiendo la fraternidad y sembrando el sufrimiento y el dolor por todas partes. También vemos cómo se ofrecen diversas y opuestas soluciones a los problemas de convivencia entre las naciones y entre las regiones y pueblos.
El Evangelio de hoy nos ofrece la única solución capaz de construir un mundo en paz: “amaos unos a otros como yo os he amado”.
Si os esforzamos en conseguirlo iremos viendo cómo se va alumbrando un nuevo mundo “en el que habrá menos llanto, menos luto y más alegría y gozo” porque reinará la Paz que solamente Dios puede otorgar. Así no lo afirma el Señor en este Evangelio que leemos hoy. AMÉN.
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