sábado, 8 de mayo de 2010

VI Domingo de Pascua


LA IGLESIA: COMUNIÓN, CIUDAD Y FUTURO

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 15,1-2.2.22-29: Los Hechos de los Apóstoles van describiendo la organización de la Iglesia primitiva. Han surgido divergencias y los apóstoles se reúnen en Jerusalén para dar solución a algunos problemas surgidos entre dos mentalidades. Desean hallar un consenso de comunión universal. Resultado: la Iglesia no se cerró a unas tradiciones locales, sino que se abrió a otras costumbres.
- 2ª Lectura: Apocalipsis 21,10-14.22-23: El Apocalipsis emplea un lenguaje profético y simbólico para describir la ciudad del futuro. La ciudad construida y a la vez en construcción es camino y meta. Esta ciudad se construye en el presente histórico sobre los valores del evangelio y camina hacia la ciudad sin fin.
- Evangelio: Juan 14,23-29: Jesús se despide de sus discípulos y les recomienda que guarden sus palabras. Les promete el Espíritu Santo: este les recordará todo lo que ha dicho y hecho para que su corazón no tiemble ante las dificultades y permanezcan firmes en la fe.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El Evangelio de hoy continúa la temática del domingo pasado y, a la vez, introduce uno nuevo: la paz.
¿De qué paz habla Jesús? No se refiere a la paz como ausencia de guerra o de conflictos impuestos por el vencedor. Se refiere a la paz interior, la del corazón, la de la persona consigo misma y con Dios. Es la paz fundamental sin la cual no existe ninguna otra paz.
Es la paz que se desea ardientemente. Cuántas veces oímos de los labios de una persona: “Deseo un poco de paz”. ¿Qué entendemos por la paz? La palabra que emplea Jesús es shalom, que significa bienestar, reposo, seguridad, éxito y sobre todo es sinónimo de salvación y de bien.
La paz de Dios es una gracia y don que no se conquista, sino que se recibe cuando uno la pide con constancia al Señor. El evangelio no promete una panacea, o sea, un “sanalotodo”, en cambio da la fuerza necesaria para aceptar con paz interior las adversidades que provienen de fuera y de dentro. El remedio es la confianza en Dios. “No se turbe vuestro corazón”. AMÉN.

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