domingo, 30 de diciembre de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA
HOY LA PAZ BAJÓ DEL CIELO

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Samuel 1,20-22. 24-28: Ana reconoce que su hijo Samuel es la respuesta del Señor a su oración. Por este motivo sube al templo a dar gracias al Señor y a ofrecérselo para que sirva en el templo. La maternidad y la vida son don de Dios.
-          2ª Lectura: I Juan 3,1-2. 21-24: El cristiano posee la dignidad de ser hijo de Dios. Para llegar a su plena realización, todos, padres e hijos, deben recorrer el camino de la fe y del amor, y guardar los mandamientos del Señor.
-          Evangelio: Lucas 2,41-52: En Israel era costumbre que el niño al cumplir los doce años fuera considerado mayor de edad y podría independizarse de la familia y asumir sus propias responsabilidades. Esta autonomía desconcierta el plan de María y José. Buscan angustiados al que se debe ocupar de las cosas del Padre. Los tres vuelven a Nazaret y Jesús comparte la vida de sus contemporáneos, mientras él crece en sabiduría, en estatura y en gracia de Dios y los hombres.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Esta fiesta se celebra todos los años el domingo que se encuentre entre los días 25 de diciembre y 1 de enero. Es un buen tiempo para centrarse en la vida familiar porque muchas familias se encuentran ahora unidas por las vacaciones. De modo que hoy el tema de la catequesis es una revisión de nuestra vida familiar. Si lo que hoy y aquí digamos fuera poco, al salir de esta reunión, podemos seguir meditando reposadamente las lecturas que nos propone la liturgia de la palabra.
De todas formas, quiero comenzar esta reflexión haciendo eco, aquí en nuestra asamblea, el clamor de “muchas personas” ante el cambio vertiginoso que ha sufrido nuestra sociedad, en general, y la familia, en particular. No paramos de escuchar tanto en ambientes cristianos como en los de personas de buena voluntad que “la familia está amenazada por una serie de contravalores que ponen en peligro su estabilidad. Los síntomas son: el egoísmo, la infidelidad, la superficialidad…”. ¿Hasta qué punto es acertado este diagnóstico? Pensémoslo detenidamente. A pesar de estos síntomas negativos, también hay muchas familias que viven unidas, se sacrifican unos por otros; la fidelidad es la raíz de su amor y entrega. Si esto es lo que pasa en la nuestra, debemos afianzarlo todos los días de nuestra vida.
Amadísimos hermanos y hermanas, hablar de familia es hablar del fundamento del ser humano. Hemos recordado en varias ocasiones que “no se puede concebir a un ser humano fuera del contexto familiar”. Dicho con otras palabras, no es fácil encontrar a un ser humano que no tenga familia; incluso cuando esto le pasa a una persona, ésta suele inventarla. Porque en la familia se educa y se hace crecer, se reflexiona y se dialoga, padres e hijos se respetan y se aman mutuamente. La familia es una escuela de amor, de relación y de formación integral. Es un lugar que todos aprenden a amar y a vivir, a respetarse y a ayudarse. Es el primer templo donde el ser humano comienza a entablar su relación con Dios a través de los padres.
La Familia de Nazaret es un modelo para la familia cristiana. Es cuna de la vida que comienza y hogar en el que se desarrolla. No habrá calor humano en el mundo sin el respeto a la familia, sin defender el ámbito familiar. El perdón y la comprensión son la base de la estabilidad familiar y de la superación de las dificultades que surgen en las relaciones cotidianas. Contemplando la Familia de Nazaret se aprende a escuchar en el silencio, a meditar el misterio y a trabajar y sobre todo a amarse mutuamente. Amén.

CATEQUESIS DOMINICAL

NAVIDAD 2012: DIOS CON NOSOTROS

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Cuando encendemos el televisor, la radio o leemos la prensa, todo son malas noticias: despidos, desahucios, aumento de paro, la crisis económica, violencia, falta de trabajo... y la esperanza parece inalcanzable porque parece que no hay noticia ni buena ni agradable para el hombre de hoy, a pesar del dolor. En medio de este miedo, de repente y cuando menos lo esperábamos, aparece la voz del Ángel de Dios que nos dice:”No tengáis miedo, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David os ha nacido un Salvador; el Señor, el Mesías". (Lc. 2, 10-11).
Esta gran noticia se produjo hace veintiún siglos. La proclamaron los ángeles y la acabamos de oír en el evangelio. La noticia se produjo en Belén (”La mas pequeña de las ciudades de Judá”) y los primeros en enterarse fueron "unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño". Eran personas normales y sencillas; ellas fueron los agraciados por Dios para presenciar el nacimiento de su Hijo.
Queridos hermanos y hermanas, la Navidad no se agota solo en la alegría, en el gozo, en las felicitaciones. Por supuesto que todo esto es bueno y saludable. En Navidad no sólo celebramos el nacimiento de Jesús en Belén. Lo que estamos celebrando los cristianos es el acontecimiento de la ENCARNACION DE LA PALABRA EN EL MUNDO. "La Palabra de Dios se hizo carne, y habito entre nosotros". Celebramos, en consecuencia, la presencia de Dios en la tierra. Dios está con el hombre. Y esa es la gran noticia. No sólo que Dios vino al mundo, sino que está entre nosotros. El cristianismo más que una religión es un acontecimiento: Dios se hizo hombre.
Dios está con nosotros: No le bastaron a Dios los ratos de charla con Adán en el paraíso, ni la zarza ardiendo de Moisés, ni la palabra de los profetas. Quiso venir Él en persona. No pudo acercarse más que haciéndose pan y vino para que en la Eucaristía le comamos y le bebamos. Cada altar es un Belén y cada Misa es Navidad. Lo malo es que la mayoría de los hombres después de veintiún siglos no estamos convencido de esta noticia. La injusticia, la violencia, la insolidaridad, la desigualdad campan a sus anchas entre nosotros.
Y nosotros debemos estar con Dios: Vamos a situarnos en la Palabra que hemos oído. Mucha gente se entero del acontecimiento: Herodes y sus secuaces, los sabios y entendidos escribas, los magos, los pastores. Y se forman -como siempre- dos grupos: unos que van al portal a dejarse sorprender por un Dios siempre sorprendente. Era gente, pobre y rica, pero de corazón sencillo. Otros, los de corazón poderoso y engreído, no quieren ver ni acudir: "Id vosotros y ya me contaréis Io que hay de ese niño". El mundo sigue dividiéndose en dos grandes grupos: el de los que salen de casa a buscar a Dios y el de los que no salen de casa. Hay que apuntarse a los primeros. 
Para terminar, Navidad significa Dios con nosotros. Quiere decir esto que Dios se hizo hombre para compartir con el hombre la suerte de cada día. Cuando nos solidarizamos con el necesitado estamos poniendo un poco de amor en la vida y haciendo presente la Navidad porque Dios es amor. Tenemos que recuperar el sentido cristiano de la Navidad. AMEN.

domingo, 23 de diciembre de 2012

MENSAJE DE NAVIDAD DEL OBISPO DE HUELVA

Mis queridos hermanos y hermanas:

“Que Cristo habite, por la fe, en vuestros corazones, que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento”. Con estos deseos, os felicito la Navidad y el Año Nuevo. He hecho mías estas palabras de la carta del apóstol Pablo a los cristianos de Éfeso. El primer deseo es que Cristo habite en vuestro corazón. Debemos preguntarnos: ¿quién habita en nuestro corazón?, ¿a quién pertenece?, ¿está acaso vacío? Son preguntas que no podemos eludir porque de su respuesta depende el sentido de nuestra vida. Cuando el corazón está habitado por alguien que nos ama incondicionalmente nos sentimos realmente contentos, dignificados y fortalecidos. Si Cristo habita en él, nuestro corazón será luminoso, limpio, estará lleno de alegría y de amor auténtico.  Todo lo que salga de él será bueno, constructivo y aportará paz. Para esto es necesario abrir la puerta, y esta puerta es la fe: acoger a Cristo en la fe, dejarlo entrar en nuestra vida, fiarnos y confiarnos a Él. “La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con Él”.
El segundo deseo es que el amor sea la raíz y el fundamento de nuestra vida. La Navidad es la celebración de la venida al mundo del Hijo de Dios, que ha entrado en la fragilidad de lo humano para mostrarnos el amor de Dios y hacer posible que nosotros podamos construir nuestra existencia sobre ese cimiento. Dios ha tomado la debilidad de nuestra carne para que nosotros participemos de su amor. De esta experiencia brota una vida nueva, cuya raíz es el amor y produce frutos de bondad. Si la raíz es el amor, todo lo que hagamos será bueno. Cuando la raíz de la vida es el egoísmo, el afán de lucro, el dominio del otro, el resultado es desastroso, devastador. Sin una raíz nueva las crisis no se superan.
La auténtica Navidad es acoger a Cristo en nuestro corazón y dejar que su amor sea la raíz de nuestra existencia. Él ha venido a habitar entre nosotros, pero “los suyos no le recibieron” (cf. Jn 1, 11). El drama de la humanidad es no dejar lugar a Jesús: impedir que sus palabras y sus gestos impregnen nuestra sociedad.
En este mensaje no puedo dejar de referirme a las personas que se quedan sin hogar. Todos sabemos lo importante que es el hogar para la vida de una familia, para el desarrollo armónico de la persona.
No podemos olvidar las palabras de Jesús que se identifica con los más pobres y, desde ellos, reclama nuestra capacidad de acogida para todos los que se queden sin hogar. ¿No seremos capaces de construir una sociedad que ofrezca una vivienda digna para todos? ¿No encontraremos en la Navidad un estímulo para purificar todos los intereses egoístas que dejan excluidas a tantas personas en nuestro mundo?
Si Cristo habita por la fe en nuestros corazones seremos constructores de un mundo en el que se experimente la fraternidad; si el amor es la raíz de nuestra vida seremos sembradores de esperanza, sembradores de paz en nuestra sociedad.
Con todo mi afecto os deseo feliz Navidad a todos.                      
+ José Vilaplana Blasco,
Obispo de Huelva

FELICITACION NAVIDEÑA


El Equipo de Carritas de la Parroquia de Santiago el Mayor
en Arroyomolinos de León
os desea

FELIZ NAVIDAD

FELICITACION NAVIDEÑA

Desde la Parroquia de Santiago el Mayor
en Arroyomolinos de León
os deseamos a todos

FELIZ NAVIDAD

El Equipo Parroquial

CATEQUESIS DOMINICAL

IV DOMINGO DEL ADVIENTO. Ciclo C
HAY SIGNOS QUE ANUNCIAN LA VENIDA DEL MESÍAS

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Miqueas 5, 1-4a. Dios ha elegido la pequeña aldea de Belén para ser la cuna de la dinastía davídica y del mismo Jesús. El profeta preanuncia el nacimiento del Mesías en Belén. Él será el Pastor que guiará a su pueblo por los caminos de la paz y de la salvación.
-          2ª Lectura: Hebreos 10, 5-10. Cristo, encarándose, entra en el mundo para hacer la voluntad de Dios. Se ofrece como víctima obediente al Padre y toda su vida está flechada al misterio de la cruz para salvarnos.
-          Evangelio: Lucas 1, 39-45. El evangelista narra el encuentro de dos madres que esperan con gozo el nacimiento de sus hijos: Isabel, iluminada por el Espíritu Santo, desvela el misterio encerrado en su prima y la felicita por haber creído en la Palabra de Dios.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Hoy es el último domingo de Adviento. Adviento llega a su meta. Nos hemos preparado para la celebración de la Navidad, el gran misterio. Navidad es inminente. Cada año la Iglesia, en este cuarto domingo, pone ante nuestros ojos el ejemplo de aquella mujer que supo esperar a la Salvación del mundo: Jesucristo. Su espera se caracteriza por el silencio y la sencillez. María no hizo mucho ruido, pregonando que esperaba al Mesías de Israel.
A propósito de esta sencillez nos insta la primera y segunda lectura de este domingo. Hoy, el profeta Miqueas nos anuncia, por allá por el siglo VIII a. de Cristo, el origen humilde de Belén, donde nacerá el Mesías. Dios elige para salvar a su pueblo a la persona y el lugar más inesperados y descarta aquellos que humanamente parecían tener mayores garantías de éxito. Este proceder de Dios choca frontalmente con nuestra habitual manera de pensar. Nosotros solemos quedar satisfechos si decimos que “hemos nacido en la gran ciudad”, que “tenemos un piso de muchos metros o un chalet de mucho cuidado en tal ciudad importante de no-sé-qué-país”, que “disponemos de un coche de tal marca y modelo”. Normalmente nuestro modo de actuar es el de “mejorar nuestras condiciones de vida”: ascender, subir de categoría, situarnos mejor, ganar más. ¡Siempre a lo grande! El “rebajarse”, “perder categoría”, no suele ser apetitoso sino más bien humillante. Sin embargo, los caminos de Dios son otros muy distintos. El Señor va por otros derroteros. Piensa en la gente sencilla y humilde, en los lugares poco relevantes. Piensa en los valores que no parecen triunfar mucho hoy en nuestro mundo: el compartir y la solidaridad.
Y es lo que nos dice la segunda lectura de hoy. Cristo, siendo Dios, se hace como uno de nosotros para entrar en este mundo y ofrecerse al Padre como “sacrificio” por todos. La primera persona en entender y llevar a la práctica esta actitud de Cristo es su propia madre. María, en cuanto el mensaje del ángel de Dios llegó a sus oídos, lo acogió gozosa y sorprendida; pero no se lo guardó para sí misma sino que lo compartió inmediatamente. Es admirable cómo María comparte su gozo con los demás y no se enorgullece egoístamente de su privilegio. La actitud de María, acogiendo la Palabra de Dios, queda traducida en acto de servicio, de caridad, al ser portadora de la gran noticia a su prima Isabel y compartiendo la acción de gracias al Señor por medio del canto y la alabanza conjuntas.
La visita de María empieza por la fe, sigue por la caridad y termina en alabanza. Es el encuentro de dos maternidades donadas que darán el fruto de una redención gratuita. Uno de los rasgos más característicos del amor cristiano es saber acudir a quien puede estar necesitado de nuestra presencia. Y eso ha hecho María; ella como personaje de Adviento es un modelo para los hombres de ayer y de hoy por su sencillez, por su profunda fe y su caridad operante. Amén.

domingo, 16 de diciembre de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

III DOMINGO DEL ADVIENTO. Ciclo C
ALEGRAOS SIEMPRE EN EL SEÑOR
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
1ª Lectura: Sofonías 3, 14-18a. Sofonías es el profeta de la denuncia. El libro de este profeta es muy breve, consta de tres capítulos y solo los últimos versículos contienen una promesa de salvación. El núcleo de su predicación se centra en el anuncio de un juicio condenatorio. Juicio que quedará abierto a la salvación para los verdaderos creyentes porque el Señor está en medio de los que permanecen fieles a la Alianza y su corazón se llena de alegría.
- 2ª Lectura: Filipenses 4, 4-7. Pablo afirma la pronta llegada del Señor y recomienda la alegría a pesar de las circunstancias de la vida. No deben angustiarse, sino presentar sus oraciones a Dios llenos de confianza y de paz.
- Evangelio: Lucas 3, 10-18. ¿Qué debemos hacer? El Bautista dialoga con sus interlocutores. Prepara los caminos al Mesías. Es el primer predicador del evangelio. El evangelio consta de dos partes. En la primera se presentan a Juan tres grupos: la gente en general, que pregunta a Juan qué debe hacer. Los publicanos, deseosos de conversión, y los militares, que se esfuerzan por hacer bien su trabajo. A cada uno de estos grupos, el Bautista aconseja y recomienda cómo deben obrar. En la segunda parte, Juan responde abiertamente que él no es el Mesías.

Este domingo tercero de adviento se le ha conocido siempre como “el domingo de la alegría”. Doce o catorce veces sale en las lecturas palabras y frases como “alegraos”, “gritad jubilosos”, “gózate”, etc. Aparentemente parece que esta insistencia en invitarnos a la alegría choca con la figura austera de Juan el Bautista y su mensaje/invitación a la conversión. Juan exige a todos en el desierto a que cambien de vida, y esto supone sacrificio. ¿Cómo encajar y compaginar estas dos invitaciones (aparentemente) contradictorias? ¿Qué tenemos que hacer nosotros?
Para empezar tenemos que distinguir las clases de alegrías que puedan haber. San Pablo nos habla en la segunda lectura de la “alegría en el Señor”. Y en la primera lectura, Sofonías nos da la causa de nuestra alegría: “El Señor es, en medio de ti, un guerrero que salva”. También está la alegría del inocente que ríe y ríe sin sentido. Está la alegría puramente fisiológica del que está alegre porque está sano y fuerte. Está la alegría de los triunfadores en la cultura, música, política, economía… Sin embargo, la alegría a la que hacen referencia Sofonías y Pablo es aquella que procede de saber que en medio de nosotros está Dios,como un fuerte guerrero que salva: “Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo”. Esta alegría es más profunda que las anteriores, está por encima de las circunstancias de poder, fama y tener. Es Dios quien da esa alegría. Es la alegría que corresponde a la célebre frase de Santa Teresa de Jesús: “Quien a Dios tiene, todo le sobra. Sólo Dios basta”.
Es la alegría de quien ha puesto a Dios en el centro de su vida. Es la alegría de quien es fiel a su estado de vida, que renuncia constantemente a lo que intenta interponerse entre él y su compromiso. Ese sacrificio de renunciar a los que nos puede apetecer da como fruto la alegría más pura.
Entonces, ¿qué hacemos? Cada uno sabrá qué es lo que se interpone entre él y Dios, qué es lo que le impide a ser feliz, si es que no es. O si esta alegría se la puede quitar un contratiempo de los que continuamente se nos presentan en la vida. En el Evangelio de hoy, San Juan Bautista se encuentra con tres grupos de gente que lo había escuchado y sentían, por lo visto, necesidad de cambiar.
- El primer grupo lo constituye “la gente”, sin especificar más. A esa gente, Juan les pide SOLIDARIDAD. “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene”.
- El segundo grupo era de publicanos, estos que cobraban el doble de lo establecido. A éstos pide JUSTICIA: “no exijáis más de lo establecido”.
- Y el tercer grupo era de militares. Estos que andan sobrados de fuerza. A ellos pide HONESTIDAD: “no hagáis extorsión a nadie”.
- El cuarto grupo podríamos haber sido nosotros. Lo primero que tendremos que tener es alguna necesidad de cambiar, cómo aquella gente. ¿Siento necesidad de cambiar algo en mi vida o estoy plenamente satisfecho como soy? ¿Qué puedo hacer yo en mi vida profesional para devolverle al trabajo la dignidad que nunca debió perder? ¿Qué puedo hacer en mi vida familiar? ¿Qué puedo hacer yo entre mis amigos y entre los que no lo son tanto para demostrar mi fe? ¿Puedo dar algo? ¿Puedo impedir el mal a mi alrededor? Son las preguntas que también tenemos que meditar.
Si quiero ser feliz, en este “domingo de la alegría”, tengo que tomar ante la vida, ante mi propia vida, una postura de búsqueda activa de todo lo que se interponga entre la Palabra y mi forma de pensar. Y eso es convertirse. Amén

domingo, 9 de diciembre de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

II DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo C
EL BAUTISTA, VOZ QUE GRITA EN EL DESIERTO

Ideas principales de las lecturas de este domingo: 
1ª Lectura: Baruc 5,1-9. Pocas veces nos encontramos en la liturgia con un texto del libro de Baruc. Fue una persona cercana a Jeremías. El texto emplea el simbolismo de Jerusalén comparándola a una madre que ha visto partir a sus hijos hacia el destierro. Partieron doblegados y deshonrados para regresar renovados y llenos de honor. Mientras sucede esto, es tiempo de mantener con paciencia el ánimo y la esperanza. 
 2º Lectura: Filipenses 1, 4-6. 8-11. Pablo escribe a la comunidad de los filipenses que sufre problemas de hostilidad exterior y tensiones internas. El texto rebosa del afecto de Pablo por esta, comunidad. La oración y el amor a la comunidad llenan de alegría al Apóstol en medio de su cautiverio en Éfeso. Pablo pide a Dios que la comunidad crezca en el amor mutuo. De esta forma llegará purificada al día final. 
 Evangelio: Lucas 3, 16. Se dice que el Evangelio lucano se caracteriza por ser historia narrativa. El texto de hoy constituye un buen exponente de su forma de narrar. Presenta la figura histórica de Juan Bautista en sincronía con su tiempo, es decir, encuadrando su persona en la historia universal y en la del pueblo de Israel.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El pueblo de Israel había sido objeto de muchísimos mensajes proféticos. Unos le llamaban a la esperanza, otros a la penitencia, otros a la conversión.
El pueblo de Dios vivió durante siglos animado por la esperanza del Mesías; los profetas alentaban y avivaban esa esperanza en el Salvador prometido por Dios.
En estos momentos, cuando ese acontecimiento se hace próximo, surgen las Llamadas mas apremiantes: !preparaos porque ya esta a la puerta!
Es ahora cuando aparece un profeta muy especial. La venida del Mesías, del Salvador ya se ha realizado. Es preciso hacerle una preparación inmediata y digna.
El pueblo de Israel necesita una llamada a la "conversión", a preparar los caminos al Señor, a quitarle obstáculos, a preparar los corazones para darle calurosa acogida.
Y es Juan Bautista quien realiza esa misión, quien proclama la necesidad de preparar los caminos al Señor para que todos vean la salvación de Dios. Juan no tenía títulos, ni cargos, ni dignidades. No tenia, por tanto, “poder" alguno. Pero tenía "autoridad". Y gozaba de credibilidad. Juan tenía autoridad y credibilidad porque su vida coincidía con sus enseñanzas, por eso gentes tan diversas por cultura, religión y costumbres acuden a él.
Juan Bautista profeta, y mas que profeta, desgasto su vida "predicando un bautismo para la conversión y el perdón de los pecados". Era la preparación adecuada para recibir al "Cordero de Dios que quita el pecado del mu11do".
Juan fue una palabra ardiente y refrescante a la vez. Hablaba con palabras y con signos. Movía al arrepentimiento y conversión. Sentía que el tiempo estaba a punto y presentía la cercanía de Dios.
Hoy, en el Evangelio, Juan Bautista nos dice que: 
  • Allanemos nuestro corazón,
  • Rectifiquemos nuestra voluntad,
  • Corrijamos nuestras asperezas,
  • Pongamos alegría en nuestra vida para que Jesús tenga una acogida calurosa y encuentre corazones amigos esperándole. 
La llamada e invitación del Bautista es para hoy, para nosotros. El camino que lleva a Dios y por el que Dios se acerca a nosotros, es el camino de nuestra conversión.
El Adviento nos recuerda la invitación que Dios nos hace a preparamos para su venida: "que se eleve nuestra oración; que descienda nuestro orgullo; que se suavice nuestro egoísmo y ambición; que se enderece nuestra conducta de excesos o defectos".
Pero ha de ser una preparación realizada gozosamente y con desbordante alegría porque celebramos nuestra liberación, muestra salvación. Y, si lo hacemos así, "todos verán la salvación de Dios", como dice el Evangelio. Amén.

CATEQUESIS DOMINICAL

LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN. Ciclo C
FASCINADOS POR “LA LLENA DE GRACIA”

Ideas principales de las lecturas de este día:
-          1ª Lectura: Génesis 3,9-15.20: En el paraíso Dios anuncia la nueva Eva, María. El libro del Génesis cuenta el primer pecado y como Dios anuncia que una mujer vencerá al mal. La tradición de la Iglesia ve en la virgen María la nueva Eva, preservada del todo pecado y llena de gracia. María aparece junto al nuevo Adán, Jesús. Dios escogió a María para restablecer la amistad perdida en el paraíso.
-          2ª Lectura: Efesios 1,3-6. 11-12: Elegidos para ser santos. La lectura es un himno de bendición con el que comienza Pablo su carta a los efesios, escrita en Roma hacia el año 63. Sintetiza el plan de salvación de Dios. En el corazón de Dios ocupamos un lugar desde la creación del mundo y quiere que seamos santos, hijos suyos e irreprochables por una vida de amor. María es la expresión más fiel del amor del Padre, la realización más perfecta de su plan, la única santa y sin mancha alguna.
-          Evangelio: Lucas 1,26-38: La mujer del “Sí”: La escena de Nazaret encierra misterio y silencio contemplativo. María con su “Sí” aceptó ser la agraciada de Dios. El Espíritu Santo la llenó de gracia desde el principio y nunca fue manchada por pecado alguno. La grandeza de María radica en su “Sí” al Señor. María en su casa de Nazaret escucha y acoge, acepta y responde al Señor. Ella es la esclava del Señor y se pone en sus manos.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: La Fiesta de la Inmaculada Concepción siempre la celebramos todos los años dentro del tiempo del Adviento, en el que la Iglesia nos invita a prepararnos para recibir a nuestro Salvador Jesucristo. El domingo pasado, para llevar a cabo esta preparación, se nos recordaba

1)       Procurar un mayor y mejor conocimiento de Jesús por la oración y la lectura de su Evangelio,
2)       Ajustar nuestros criterios, conducta y modo de proceder, a las orientaciones y exigencias de nuestra fe,
3)       Participar con la plegaria, Sacramentos y obras buenas, en la alegría de la venida del Salvador.

Esto equivale a decir que hemos de conocer a Jesús escuchando su evangelio y hablando con Él en la oración; aceptar los valores del evangelio para la transformación de nuestra vida; y vivir la fe con alegría compartiéndola con nuestros hermanos. Haciendo esto, y nada más que esto, seríamos benditos como María. María fue bendita entre todas las mujeres porque escuchó la Palabra de Dios, aceptó en su vida los valores del Reino de Dios y porque colaboró con Dios en la obra de la redención de la humanidad. Por eso Dios le da el privilegio de ser la INMACULADA, la sin mancha, la sin pecado. Ésta es la razón de nuestra alegría de hoy, que una persona de nuestra raza (humana) ha logrado por Dios, no por ella misma, una de nuestras grandes aspiraciones: la vida sin pecado, sin mancha, sin error.
Es que el ser humano, ahora más que nunca, NO quiere ser culpable de nada. Nos cuesta aceptar nuestros errores y equivocaciones; no queremos ser “pecadores”. Ésta es la postura de Adán que inclina su culpa hacia su mujer, Eva, y ésta a la serpiente. La aspiración de la vida sin mancha, ni pecado, ni error es muy sana, hay que decirlo; pero sería más sana si rechazáramos no sólo el término pecado, sino la materia del pecado en sí. Es una aspiración buena y sana porque Dios nos ha creado para ser santos. Nuestra vocación es la santidad.
San Pablo, en la segunda lectura, sintetiza el plan de salvación de Dios para con nosotros. En el corazón de Dios ocupamos un lugar importante desde la creación del mundo; quiere que seamos santos, hijos suyos e irreprochables por una vida de amor. María es la expresión más fiel del amor del Padre, la realización más perfecta de su plan, la única santa y sin mancha alguna. Por eso, nuestra plegaria de hoy será: “SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS PECADORES AHORA Y EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE AMÉN”.

domingo, 2 de diciembre de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

I DOMINGO DEL ADVIENTO. Ciclo C
MIRAD AL FUTURO

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Jeremías 33, 14-16. Jeremías desarrolla su ministerio en tiempos difíciles. Crecen el poder y las riquezas de unos pocos al tiempo que son más los pobres y abunda la injusticia. Se anhela la paz y se busca la justicia, y se olvida al que es la Paz y la Justicia. El profeta recuerda al pueblo que Dios solo garantizará su futuro y bienestar siempre que lleve una vida honesta y justa. Jeremías anuncia a un descendiente de David que hará justicia en la tierra.
-          2ª Lectura: I Tesalonicences 3, 12- 4, 2. La carta de san Pablo a los Tesalonicences tiene como finalidad solucionar las deficiencias de la fe que sufre la joven comunidad, a saber: el abandono de la fe a causa de las dificultades externas, la tristeza por el destino de los muertos y el comportamiento social y comunitario. El amor y el servicio mutuo aparecen en la carta como la conducta querida por Dios. El Apóstol anima a la comunidad a continuar viviendo según la predicación recibida. El futuro está encerrado en el presente.
-          Evangelio: Lucas 21, 25-28.34-36. Lucas nos advierte de que el mundo acabará en la forma que hoy tiene. Quien haga el bien tendrá el reconocimiento agradecido de su Señor y el que haga el mal deberá aceptar el reproche y la reprobación del Hijo del hombre. El cristiano se presentará ante el Hijo de Dios para dar el último y definitivo retoque a su obra salvadora.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Voy a comenzar la catequesis de este Primer Domingo del Adviento prestando atención a lo que acontece en nuestra vida cotidiana. Todos estaríamos de acuerdo en que la vida de cada uno de nosotros no es algo que “está hecho” de una vez para siempre. La estamos haciendo en cada segundo. La estamos comenzando en cada instante. Cada día comenzamos las labores del trabajo, de la casa, del colegio, de la profesión…
También la Iglesia, la Comunidad cristiana, comienza ahora una nueva etapa de su historia de relación con Dios. Una historia que no parte de cero pero que comienza y estrena nueva etapa cada año.
Sabemos “lo que nos espera” en el trabajo, en casa, en la profesión, en el colegio y tenemos la “esperanza” de salir adelante, aunque nos encontramos con dificultades o con “falta de ganas”.
En nuestra vida religiosa y eclesial, también “esperamos” la acción de Dios y tenemos la “esperanza” que Dios está con nosotros.
El tiempo de Adviento es tiempo de espera y de esperanza. La esperanza de un Salvador que mantuvo el pueblo de Dios durante muchos siglos de modo muy intenso, nosotros la vivimos y la celebramos durante cuatro semanas. Pero no podemos vivir el Adviento como si Cristo no hubiera nacido entre nosotros. Los contemporáneos de Jesús vivieron la espera de su venida; nosotros renovamos la realidad de su nacimiento.
Hemos de saber que el Adviento indudablemente es un tiempo de esperanza gozosa. Esperanza en la venida del Señor. Pero el Reino de Dios no llega de una manera sorprendente o extraordinaria. El Reino de Dios está “dentro de vosotros” como dice el Señor. Es preciso “descubrirle” y vivir en conformidad con lo que si naturaleza exige: “un Reino que no es de este mundo”. Por eso, lo concerniente  a este mundo tiene que desaparecer, tiene que desmoronarse, como dice el Evangelio de hoy, para dejarle paso a otro mundo nuevo, el que nos trae Jesús.
No hay vida sin muerte. Y lo que a veces parece una catástrofe, es signo del nacimiento de una vida nueva más pujante.
El Evangelio de hoy, por una parte, es un canto a la esperanza: ¡Levantaos, alzad vuestra vista, se acerca vuestra liberación! El Cristianismo no es triste ni aburrido, sino fuente de alegría y de vida. Por otra parte, este Evangelio nos advierte a disponernos a vivir la nueva vida de Jesús. Es preciso prepararse con una buena actitud moral ante la venida del Señor;  no apegarse al vicio o a las cosas que “embotan el espíritu y nos apartan de Dios, matando la razón de nuestra esperanza”.
Por eso el Señor el Señor nos alienta hoy a “estar despiertos” porque solemos “adormilarnos” o “enloquecernos” con las crecientes preocupaciones por conseguir aquello que creemos nos ofrece felicidad: dinero, placer, bebida, viajes, drogas, poder…
El Adviento no representará nada útil para muchos. Sin embargo, es el tiempo existente “entre la primera venida de Jesús y la segunda venida del Señor”. Es un tiempo pleno de esperanza porque tenemos presente a Jesús que fue un “creador incansable de esperanza; toda su existencia consistió en contagiar a los demás la esperanza que él mismo vivía desde lo más hondo de su ser” (Pagola).
Nosotros, los cristianos, reafirmamos las razones de nuestra esperanza y las garantías de un encuentro gozoso con el Señor, cuando vemos a otros muchos hombres que están matando la esperanza propia y la de otros y “embotando” su existencia y la de otros de otras muchas maneras.
Para vivir bien este Adviento tenemos que tener la siguiente tarea:

  • Procurar un mayor y mejor conocimiento de Jesús por la oración y la lectura de su Evangelio.
  • Ajustar nuestros criterios, conducta y modo de proceder, a las orientaciones y exigencias de nuestra fe,
  • Participar con la plegaria, Sacramentos y obras buenas, en la alegría de la venida del Salvador.

domingo, 25 de noviembre de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

FESTIVIDAD DE JESUSUCRISTO REY DEL UNIVERSO
MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
1ª Lectura: Daniel 7, 13-14. En una grandiosa visión, el profeta Daniel describe la aparición del Hijo del hombre en su gloria y rodeado de majestad y de poder. Él instaura en el universo un reino de justicia y de paz.
2ª Lectura: Apocalipsis 1, 5-8.  La esperanza cristiana se fundamenta en la certeza de la victoria de Cristo y su manifestación definitiva. Él nos ha liberado de los pecados y nos ha hecho sacerdotes de Dios.
Evangelio: Juan 18, 33B-37. Jesús reivindica ante Pilato el título de rey. Su reino se identifica en todo y por todo con la causa de su Padre. Su reino se fundamenta en la verdad. Jesús es el rey que sirve, el que se da sin reservas, el que libera siempre.
Queridos hermanas y hermanos en Cristo: En el último domingo del año litúrgico, la Iglesia celebra la festividad de Jesucristo Rey del Universo. Una festividad de alto contenido teológico, pero que aún no ha llegado a ser una fiesta popular, ni parece que tenga especial significación para la espiritualidad de la gran mayoría de los cristianos. Y es que el título de “rey”, aplicado a Jesús, tropieza con ciertas dificultades.
El título de rey es un título secular y mundano. Que además está asociado, en la mentalidad de mucha gente, a las antiguas y actuales monarquías y oligarquías absolutas. Por eso, aplicarle a Jesús el título de “rey” tiene el peligro de evocar el poder político que tuvo la religión de Israel. Y el poder temporal que, desde el emperador Constantino, la Iglesia ha ejercido con tanta frecuencia. A tenor de todo esto, no es de extrañar que hoy en día digamos que lo que reina es el dinero y el poseer, el placer y el darse buena vida –vivir como un rey, como se dice-.  Reina el que sabe estar con los que mandan y deciden; reina el que practica la injusticia y es avaro; reina el que domina al pobre y al sencillo.
Hoy, sin embargo, la Iglesia sigue proclamando a los cuatro vientos la realeza de Cristo. Su reino no es de este mundo, pero se construye en este mundo. Es un Rey humilde que sirve y lava los pies a sus discípulos. Su reino no tendrá fin. Sus armas son la misericordia y el perdón, la verdad y la cruz. Quien quiera pertenecer a su reino debe ser como el grano de trigo que muere, crece, se hace espiga y da fruto abundante. Celebrar la fiesta de Jesucristo Rey, es reconocerlo como testigo de la verdad, libertador del pecado y Señor del mundo, de la historia y de los hombres. Por lo tanto, de nosotros los cristianos depende que Cristo reine en el universo; tenemos que ser fieles a los valores que Él defendió porque en ellos está el secreto de su realeza. Amén.

domingo, 18 de noviembre de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO DEL ORDINARIO
EL RETORNO DEL SEÑOR

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Daniel 12, 1-3. El libro de Daniel describe con lenguaje apocalíptico la suerte de los justos perseguidos y la suerte de los impíos. En la resurrección final unos entrarán en la luz de Dios y otros irán a la ignominia perpetua.
-          2ª Lectura: Hebreos 10, 11-14. 18. La lectura compara el sacerdocio y los sacrificios de la antigua alianza con el sacerdocio y la ofrenda de Cristo, que perdona y salva.
-          Evangelio: Marcos 13, 24-32. Jesús, el Hijo del Hombre, anuncia su retorno al final de los tiempos, sin precisar ni el día ni la hora. Él reunirá a sus elegidos en un cielo nuevo y a una tierra nueva.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, este penúltimo domingo del año litúrgico la Iglesia nos habla de la escatología, palabra que significa “estudio de las realidades últimas”, de lo que pasará al final de los tiempos. La descripción de este suceso viene narrada en un lenguaje raro, extraño, por ser de corte profético apocalíptico. Por eso, desde siempre, ha existido una vaga creencia que el mundo y la historia humana se terminarán con una catástrofe. Ciertas sectas insisten en ello, quizá porque interpretan al pie de la letra los textos que narran este proceso final.
Sin embargo, el evangelio de hoy rechaza los presagios apocalípticos que acostumbramos oír. Además, no son los poderes de este mundo los que determinarán el fin del mundo, ellos como todos los demás desconocen el día y la hora. El destino está en manos de Dios. En verdad, este evangelio, que la iglesia presenta cuando ya se acerca el final del año litúrgico, recuerda a los cristianos “la época del cumplimiento de las promesas”. Se trata de las promesas que se condensan en esta buena noticia, la gran noticia que a todos nos pueden dar: la IMPLANTAMIENTO DEL REINADO DE DIOS EN LA HUMANIDAD. No se trata de un momento concreto de la historia; no será un acontecimiento determinado. Será un proceso lento y largo en el que el Dios humanizado en Jesús se hará presente entre los humanos, hasta humanizar este mundo liberándolo de la deshumanización que origina tanto sufrimiento y tanta opresión.
Jesús dice que este grandioso proceso se producirá mediante la caída del sol, la luna y las estrellas. Con este lenguaje figurado, que Marcos toma de los profetas de Israel, el Evangelio afirma que la humanización de este mundo se producirá mediante la caída de los grandes imperios opresores. Uno tras otro, todos irán cayendo, se irán derrumbando. El mal y la malicia tocarán fondo. Es el anuncio gozoso de los grandes profetas de Israel. Se irá debilitando la opresión, la dictadura, la injusticia, el individualismo, y se implarán progresivamente la justicia, la igualdad, la solidaridad.
Además este proceso grandioso, de esperanza y gozo, se llevará a cabo de tal forma que en él, a diferencia de los antiguos anuncios proféticos, no irá acompañado de calamidades que afecten a la tierra; ni habrá sujetos que experimenten terror ante el eclipse de los astros. Todo lo contrario, será un proceso de creciente humanización y liberación. Tal es el anuncio de esperanza que Dios nos promete en Jesús. Pero se trata de una promesa que se realiza mediante la progresiva humanización de los individuos, los grupos, las instituciones y las naciones. He ahí la tarea que Jesús nos propone a todos. La segunda venida de Cristo no puede producir miedo ni angustia porque es una promesa, no una amenaza. No nos debe volver inactivos, sino activos. El Señor nos debe encontrar trabajando por el progreso de la humanidad. Y como recuerda el salmista: “Él mismo es nuestro refugio, y nuestra suerte está en su mano”. Amén.

domingo, 11 de noviembre de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

XXXII DOMINGO. TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B
“LAS DOS VIUDAS GENEROSAS”

Ideas principales de las lecturas de este domingo
-          1ª Lectura: I Reyes 17,10-16: La viuda de Sarepta. La fragilidad de Elías y la de la viuda se combinan para dar lugar a la manifestación del poder de Dios que nunca olvida a los débiles.
-          2ª Lectura: Hebreos 9,24-28: Cristo volverá para salvar. Cristo es necesariamente el punto de referencia: ofrece su existencia entera para salvar a los que esperan en él. Cristo saldrá de nuevo del santuario eterno y vendrá, no para morir sino para salvar a los que creen y esperan.
-          Evangelio: Marcos 12,38-44: La viuda del templo. Jesús, estando con sus discípulos, resalta el gesto de la viuda pobre. Vale más ante Dios un gesto hecho con sencillez y amor generoso que el gesto de dar mucho con ostentación interesada.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: En este trigésimo segundo Domingo del Tiempo Ordinario, la liturgia de la Palabra nos habla de dos actitudes ‘insanas’ que se dan en los humanos: la ostentación (o la soberbia) y la avaricia (o la racanería); y aparecen, como remedio, otras dos actitudes buenas: la humildad y la generosidad. Las tres lecturas abundan más en el tema de la generosidad. La carta a los Hebreos hace referencia a la generosidad de Cristo: “se ofreció para quitar los pecados de todos”. Las otras dos lecturas tienen como protagonista la generosidad de dos viudas: una, la de Sarepta (1ª lectura), que es generosa con el profeta Elías, al darle hasta lo que le quedaba para vivir ella y su hijo. Otra, la del evangelio, que es generosa con Dios, ayudando al mantenimiento del culto. Así tenemos tres modelos de personas generosas y humildes: el mismo Cristo que ofrece su propia vida para quitar los pecados de todos y las dos viudas que dan lo poco que tenían para que vivan otros.
Es muy llamativo que Jesús, en el evangelio, empiece su discurso con una advertencia: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos” (Mc 12,38b-40). Los escribas eran los maestros de la ley, que destacaban por su sabiduría, que les daba, aparte del prestigio social, una posición dominante sobre el resto del pueblo. El saber es poder. Cualquiera que maneja bien una parcela del saber, tiene en sus manos la oportunidad de manipular y dominar a los más débiles, si así lo prefiere. Éste es el peligro que Jesús señala a sus discípulos, para que se cuiden de los abusos de los escribas, y eviten que hagan lo que ellos hacen. Cada persona, en esta vida, sabe hacer algo, mejor que los demás. Si se deja llevar por el prestigio y la sabiduría que posee, puede actuar igual que los escribas del evangelio. El don de la sabiduría nos viene de Dios. No debemos vanagloriarnos de ello, ni quedárnoslo para nosotros mismos, sino para compartirlo con los demás. Y lo compartimos utilizándolo para solucionar los problemas que la vida plantea a los hombres. Por eso dice el evangelista Juan que “nadie puede arrogarse nada si no se le ha dado del cielo…” (Jn 3,27).
Jesús señala también, en el evangelio de hoy, otra desviación de los escribas: “devoran los bienes de las viudas”. Esta actitud tiene un nombre propio: avaricia o el amor al dinero. Jesús advierte el peligro del amor a las riquezas. Piensa que muchos males vienen de la avaricia por el dinero, del querer más y más, del no conformarse con lo que se tiene. La avaricia es una pasión o enfermedad espiritual que produce la atadura a los bienes materiales. Una atadura que se manifiesta en el gozo por poseer las riquezas, la preocupación por conservarlas, la dificultad en separarse de ellas y la pena que se siente al darlas. En la base de esta pasión  por las riquezas se encuentra la inquietud e inseguridad que todo ser humano tiene de cara al futuro, un futuro que no conoce ni es dueño de él. El carácter patológico de la avaricia o al amor al dinero y deseo de tener más, se manifiesta especialmente en las relaciones del ser humano consigo mismo y con el prójimo.  Por una parte, el hombre avaro prefiere el dinero a su propia salvación; y, por otra, rompe el proyecto de fraternidad e igualdad diseñado por Dios.
El ejemplo de las dos viudas de la Palabra de Dios de hoy, nos invita a romper los moldes de la lógica de la prudencia, la previsión y lo razonable en el terreno de los bienes de este mundo. Ambas viudas, a pesar de su pobreza, dieron lo único que les quedaba para vivir. Su dar se convirtió en darse. Y así se hicieron ricas a los ojos de Dios. Su riqueza estaba dentro. Poseían la riqueza interior que es la que nos hace falta muchas veces en nuestra vida. Sin riqueza interior, el pobre puede ser avaro, rencoroso y muy egoísta, y el rico muy pobre y generoso. Sin este tesoro nadie puede hacerse pobre por los demás ni rico ante Dios.
Amén.

jueves, 8 de noviembre de 2012

ACTIVIDADES PARROQUIALES

HORARIOS DE MISAS EN LA SIERRA (Otoño - Invierno)

Ante las muchas visitas que recibimos, interesándose por los horarios de Misas en las Parroquia de la Sierra, volvemos a colocar los horarios actualizados para la temporada de otoño e invierno. Esta es una forma más de servicio que se presta desde nuestras Parroquias a todos aquellos que nos visitan y quieren compartir con nosotros la mesa de la Eucaristía. Sean todos bienvenidos.

Sábados y Vísperas:
17,00.- Peña de Arias Montano, Valdelarco.
17,30.- La Corte de Cortegana.
18,00.- Aguafría, Navahermosa, Valdezufre.
18,30.- Linares de la Sierra, Zufre, Veredas.
19,00.- Encinasola, Higuera de la Sierra.
19,30.- Aracena (Asunción), Cortegana, Galaroza (Carmen).
20,00.- Santa Olalla, Castaño del Robledo, Aroche.
20,30.- Cumbres Mayores.

Domingos y Festivos:
  9,00.- Aracena (Asilo).
10,00.- Aracena ( M.M.Carmelitas), El Patrás.
11,00.- Santa Ana, Alajar, Los Marines, Santa Olalla, Rosal de la Frontera, La Umbría.
11,15.- Cumbres de Enmedio.
11,30.- El Repilado, Cañaveral de León, Higuera de la Sierra.
12,00.- Jabuguillo, Los Romeros, Arroyomolinos de León, Aracena (Asunción), Corteconcepción.
12,15.- Puerto Moral.
12,30.- Galaroza (Parroquia), Jabugo, Fuenteheridos, Zufre, Aracena (Hospedería), Cumbres de San Bartolomé.
13,00.- Cala, Cortegana, Aroche, Almonaster la Real, Cumbres Mayores.
18,00.- Carboneras, Cortelazor, La Granada de Riotinto.
18,30.- La Nava. Hinojales.
19,00.- Encinasola.
20,00.- Aracena (Carmen)

(Fuente: ARCIPRESTAZGOS DE LA SIERRA DE HUELVA. Octubre 2012)

domingo, 4 de noviembre de 2012

XXXI DOMINGO. TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B
“DIOS Y EL PRÓJIMO, DOS DIMENSIONES DEL AMOR CRISTIANO”

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Deuteronomio 6,2-6: Escucha, Israel: Amarás al Señor con todo el corazón. El Libro del Deuteronomio, nos ilumina con esas palabras contundentes: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con todas tus fuerzas”, nos está diciendo que si no salimos de nosotros mismos, si no dejamos nuestro “yo”, si no renunciamos al egoísmo... no quedará nuestro corazón capacitado para amar a Dios con todas nuestras fuerzas.
-          2ª Lectura: Hebreos 7,23-28: Como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. San Pablo nos dice que podemos ser reflejo de Cristo. Hombre perfecto, sacerdote eterno, que ha sido capaz de ofrecer la vida por amor a todos los hombres.
-          Evangelio: Marcos 12,28b-34: No estás lejos del reino de Dios. Jesús mismo es el amor hecho gratuidad. Él nos enseña a crecer descendiendo, a recibir dando, a llegar retrocediendo. Porque a Dios no se puede ir sin pasar por el hermano. Amar a Dios sobre todas las cosas y al hermano desde ese mismo amor es toda nuestra doctrina. Ello es más importante que las devociones, los ritos y las celebraciones litúrgicas.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: La primera lectura  y el evangelio de este domingo XXXI del Tiempo Ordinario tratan del mismo tema: el amor como actitud cristiana fundamental. La primera lectura, tomada del libro del Deuteronomio, habla de “amar a Dios con el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y de guardar estas palabras en la memoria”. Ésta era la principal oración que los judíos recitaban todos los días, el Shemá. Jesús une, en el evangelio, el amor a Dios con el amor al prójimo. Esa unión dio como resultado la “Constitución del nuevo Reino de Dios”, que es la Iglesia. Esa Constitución está basada en el amor. Un amor que tiene su origen en Dios y que tiende al prójimo. Con ello, Jesús quiere decirnos que el amor a Dios es el motor de nuestra vida cristiana. Nos diría san Pablo que sin amor, no somos nada: seríamos como campanas que suenan o platillos que aturden. Aunque nos dejáramos quemar vivos, si no lo hacemos por amor, de nada nos serviría (Cf. I Cor. 13.).
La insistencia de Jesús, cuando urge a los suyos, a nosotros los cristianos, a observar el nuevo mandamiento de amar a Dios y al prójimo, se debe a que quiere salvarnos de muchos peligros y confusiones que nos cercan en nuestra vida. Lo mismo que le pasaba a muchos judíos, como el letrado del evangelio de hoy, que, ante tantas normas (365 prohibiciones) no sabían cuál era la esencial de todas, nos pasa también a nosotros en muchas ocasiones. En nosotros se dan dos condiciones que no deberían contraponerse. Por una parte, somos creyentes en el Dios de Jesucristo y, por otra, ciudadanos de este mundo. Tenemos tantas normas, unas religiosas y otras civiles, que, a veces, ya no sabemos por cuáles inclinarnos más, o cuál es la más importante. El amar a Dios sobre todas las cosas  y al prójimo como a uno mismo, Jesús lo utiliza también para prevenirnos de la tentación de la idolatría, esto es, la adoración a los falsos dioses o falsas seguridades que no dan la felicidad plena. El dinero, el poder, la sensualidad, el placer son los ídolos de todos los tiempos, pero en nuestro mundo actual, los damos más importancia y valor como si de dioses se trataran, menospreciando, incluso, la persona humana, su dignidad y sus derechos fundamentales.
Mis queridos hermanos y hermanas, en la carta a los Hebreos, la segunda lectura, se presenta a Jesús como el “Sumo Sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo” (Hb 7,26b). Estos atributos que le dan a Jesús, hacen de él, no sólo un sacerdote ideal de la nueva alianza, sino un hombre bueno y excepcional, que inspira confianza, capaz de transmitir a los demás su vida divina. Por eso, podemos decir que Él mismo es el modelo de este amor a Dios y al prójimo que hoy nos exhorta. Amó a su Padre sobre todas las cosas. Su vida fue un hacer la voluntad de su Padre. Y “manifestó este su amor para con los pobres y los enfermos, para con los pequeños y los pecadores. Nunca permaneció indiferente ante el sufrimiento humano; su vida y su palabra son la prueba del amor de Dios” hacia nosotros los hombres (Cf. Plegaria Eucarística V/c, Jesús, modelo de caridad).
¿Por qué el evangelio reafirma que el “amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios”? (Mc 12,33b). Porque se trata de una necesidad básica en la vida del ser humano: el cariño de los demás; El ser humano no puede vivir sin dar ni recibir amor de sus semejantes. Pero, para que haya amor, antes tiene que haber respeto, tolerancia, estima y valoración hacia el otro. Éstos son unos de los valores que se pregona mucho hoy en nuestra sociedad; signos de nuestro tiempo, que, nosotros, los miembros de la Iglesia, debemos saber discernir para crecer en la fidelidad al Evangelio. Si los vivimos desde la óptica del Evangelio, nos preocuparemos, de verdad, de compartir en la caridad las angustias y las tristezas, las alegrías y las esperanzas de los hombres, y así mostrarles el camino de la salvación. (Cf. Plegaria Eucarística V/c, Jesús, modelo de caridad). Amén.

sábado, 3 de noviembre de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
CRISTO ES LA VIDA Y LA RESURRECCIÓN

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Lamentaciones 3,17-26: El silencio confiado. La lectura es el lamento de un israelita que en su dolor y tristeza llora la desesperación de su país. En su sufrimiento espera en silencio y confía plenamente en el Señor que es bueno.
-          2ª Lectura: Romanos 6,3-9: Muertos y resucitados con Cristo. Pablo nos invita a reafirmar nuestra fe. Estamos llamados por Cristo a emprender una vida nueva, la vida de resucitados.
-          Evangelio: Juan 14,1-4: Donde estoy yo, estaréis vosotros. Jesús promete a los apóstoles un lugar en la casa del Padre. Él, que es el camino, guía hasta las moradas del cielo. Él, que es la verdad, ilumina la senda con su luz. Él, que es la vida, transforma la muerte en resurrección.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: En el día en que la Iglesia recuerda con amor a todos los hermanos difuntos, y eleva su oración al Señor por ellos, es lógico, es natural, es inevitable que recordemos a los que murieron, especialmente a quienes, por motivo que sea, representan para nosotros algo importante en la vida. Hacemos esta memoria de TODOS LOS FIELES DIFUNTOS, al día siguiente de la conmemoración de Todos los Santos. Si ayer era el día de la alegría de conmemorar a los mejores hijos de la Iglesia, los santos, hoy es el día de la esperanza en la resurrección de los muertos y en la vida eterna. Ayer estábamos animados a sabiendas de que nuestros hermanos, los santos, nos han abierto, con su ejemplo, un camino a seguir hacia la casa del Padre, hoy debemos estar animados al saber que el destino final nuestro, y de nuestros hermanos difuntos, es la resurrección y la vida eterna. En el último artículo del credo decimos: “espero la resurrección de los muertos y en la vida eterna”. Este artículo del credo nos exige a los creyentes la madurez en la fe ante la muerte.
San Pablo, en la segunda lectura, nos invita a reafirmar nuestra fe, también en los momentos difíciles de nuestra vida, como el de la enfermedad y de la muerte. “Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva” (Rm 6,3-4). El bautismo nos introduce en la aventura de la fe, compañera de un largo camino que dura toda la vida hasta el paso definitivo a la casa del Padre. A lo largo de este camino, nos topamos con situaciones duras, como nuestro propio dolor, el de los demás y la muerte de nuestros seres queridos. Cuando esto nos pasa, en lugar de caer abatidos o volvernos rebeldes, arraigados en la fe, nuestra compañera de camino, debemos confiar plenamente en Dios, porque en Jesús nos promete un lugar en la casa del Padre. Él, que es el camino, guía hasta las moradas del cielo. Él, que es la verdad, ilumina la senda con su luz. Él, que es la vida, transforma la muerte en resurrección.
Queridos hermanos y hermanos, el hecho de la muerte nos atormenta y nos confunde, porque está lejos de nuestro control. No está en nuestras manos evitar la muerte ni determinar cuándo ha de aparecer. Este misterio tremendo, para los que todavía peregrinamos en este mundo, nos invita a considerarnos seres finitos, débiles, limitados que necesitan del que es el Origen de todo cuanto existe, y de los hermanos que nos acompañarán en la última hora de nuestra vida. La actitud del cristiano ante la muerte ha de ser de confianza, porque Dios nos ha hecho no para la muerte, sino para la vida.
Quisiera terminar esta reflexión con las palabras del Papa Benedicto XVI, sobre la muerte. Dice el Santo Padre que “cuando se apaga una vida en edad avanzada, en la aurora de la existencia terrena o en la plenitud de la edad, por causas imprevistas, no se ha de ver en ello un simple hecho biológico que se agota, o una biografía que se concluye, sino más bien un nuevo nacimiento y una existencia renovada, ofrecida por el Resucitado a quien no se ha opuesto voluntariamente a su amor. Con la muerte se concluye la experiencia terrena, pero a través de la muerte se abre también, para cada uno de nosotros, más allá del tiempo, la vida plena y definitiva”. (Cf. Benedicto XVI, Pensamientos sobre la enfermedad, San Pablo, Madrid, 2011, nº 38, pp. 40-41) Amén.