domingo, 31 de marzo de 2013

PASCUA DE RESURRECCION

Desde la Parroquia de Santiago el Mayor 
de Arroyomolinos de León (Huelva)
¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCION!
a todos nuestros lectores.

CATEQUESIS DOMINICAL

DOMINGO DE PASCUA. Ciclo C. 
CRISTO HA RESUCITADO. ¡ALELUYA! 
Ideas principales de las lecturas de este domingo: 
  • 1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 10,34a. 37-43: Los testigos de la resurrección. Pedro en su discurso expone sintéticamente la historia de Jesús. En sus palabras se centra principalmente en la muerte y resurrección de Jesucristo. La lectura parece un breve credo de la Iglesia primitiva. La fe de la Iglesia se fundamenta en la resurrección de Cristo. Los apóstoles son los testigos.
  • 2ª Lectura: I Corintios 5,6b-8: Celebremos la pascua con los panes ácimos. La Pascua es vida nueva, para Cristo y para cuantos creen en él. Celebrar la Pascua es “barrer la levadura vieja”, todo lo que hay en nosotros de viejo, de maldad, y empezar a ser “masa nueva”, pan de amor y de verdad, pan de justicia y solidaridad. Es un reto para cada Pascua, para cada domingo, para cada Eucaristía, para cada día. Es un proceso de renovación que no termina.
  • Evangelio: Juan 20,1-9: Cristo ha resucitado. La primera noticia de la resurrección fue para María Magdalena, la que más buscaba, la que más amaba. Fue “al amanecer”, porque siempre que es Pascua amanece. Los primeros signos pascuales fueron tres: losa quitada, tumba vacía, vendas en el suelo. Recordemos los tres signos primeros de la Navidad: pesebre, pañales, niño. En ambos casos, tres cosas pequeñas, pero que apuntan muy lejos y muy alto. Después los apóstoles predilectos, el que más amaba y el que más creía. Corrían, movidos por el amor y la esperanza. Empezó a amanecer también para ellos. Empezaron a creer. 
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Iniciamos la Semana Santa con la invitación de vivirla como un retiro espiritual. Hoy culminamos ese retiro con esta solemnidad de la Pascua del Señor. Hemos intentado a lo largo de estos días santos no sólo meditar, sino comulgar con la pasión de Jesucristo. En la homilía del Viernes Santo, recordábamos que la historia de la pasión de Cristo, a pesar de ser una historia de mucho sufrimiento, tenía un final feliz. La vida de Cristo no acabó en la tumba. Jesucristo resucitó. La resurrección de Jesús es el centro de nuestra fe. San Jerónimo decía que “el sepulcro de Cristo fue la cuna del cristianismo”. 
Y esto ¿por qué? ¿Por qué es la resurrección de Cristo el fundamente de nuestro fe? Porque toda la vida de Cristo adquiere su verdadera dimensión salvadora a la luz de la resurrección. Mirad, hemanos/as: profetas ha habido muchos; iniciadores de religiones, también; mujeres y hombres grandes en la historia de la humanidad. Pero todos ellos acabaron muriendo y se conservan sus restos como recuerdo de unas vidas entregadas al servicio de los demás. Pero éste no es el caso de Jesucristo. Él RESUCITÓ. La resurrección de Cristo es un punto de inflexión en la historia de la humanidad y el culmen de las maravillas que Dios ha hecho a favor de sus hijos. 
Todo empieza a ser nuevo a partir de la Resurrección. Todo huele a primavera a partir de la Pascua. Todos estrenamos el hombre nuevo. Y todos los elementos que se que se utilizan en la gran Vigilia, el fuego, la luz, el agua, el pan y el vino, todo es nuevo porque Dios nos quiere hacernos nuevos en este nuevo día. 
Las lecturas que nos sugiere la liturgia pascual, tomadas del Antiguo y Nuevo Testamento, nos recuerdan que Dios está siempre de parte de los hombres e interviene en sus vidas para liberarlos, movido por amor. Así lo hemos escuchado en el libro del Génesis (creación del mundo de la nada), el Éxodo (liberación de los israelitas del poder omnímodo del Faraón), el profeta Ezequiel (reorganización y purificación de un pueblo disperso y contaminado por la idolatría). Hemos escuchado el imperativo del apóstol: “Barred la levadura vieja para ser una masa nueva”. Levadura vieja significa “corrupción y maldad”, significa injusticia e insolidaridad, significa cansancio y desesperanza, significa rutina y conformismo, significa desgana y pesimismo. 
Con esta celebración, proclamamos que lo viejo ya pasó, queda atrás, en la cruz de Jesucristo. Ahora toca lo nuevo, “los panes ázimos de la sinceridad y la verdad”, los panes nuevos del amor y la solidaridad, los panes limpios de la justicia y la libertad, los panes recientes del servicio y la acogida, los panes dulces de la misericordia y la ternura. 
En una oración de la Vigilia pedimos: “Mira con bondad a tu Iglesia, sacramento de la nueva Alianza… Que todo el mundo experimente y vea cómo lo abatido se levanta, lo viejo se renueva y vuelve a su integridad primera”. Esto es la Pascua, levantar lo abatido y renovar lo viejo, purificar lo manchado y embellecer lo feo, liberar lo cautivo y alegrar lo triste, alentar lo desanimado y currar lo enfermo, resucitar lo muerto. 
Lo pedimos primero para nosotros. Siempre quedará algo que limpiar, algo que curar o liberar, algo que renovar, o al menos algo que embellecer y santificar. Cada Pascua es una exigencia constante, como cada Eucaristía. Revestirse del hombre nuevo, que es Jesucristo, exige una adaptación permanente a la realidad del Señor. 
Lo pedimos también para los demás. Es el compromiso de contagiar la Pascua, de hacerse fermento pascual, de completar lo que falta a la resurrección de Jesucristo. Esto exige:
  • Acercarse al caído y levantar al abatido. Son tantos los que están derrotados y agobiados por el peso de la miseria, la crisis, el paro, el desempleo y el subdesarrollo, por la falta de medios necesarios para vivir, por los fardos que otros les cargan, por el sufrimiento de la enfermedad, la muerte, por tantos y tantos problemas.
  • Limpiar lo manchado y renovar lo viejo. Nuestro mundo es sucio, feo, manchado y viejo. Existen las rivalidades de siempre, las desigualdades de siempre, los egoísmos, las dictaduras y tiranías de siempre, los vicios de siempre. Mucha vejez.
  • Alegrar al triste y alentar al desanimado. Encontramos a muchos hermanos que arrastran torpemente la vida, que caminan con infinita desgana, que prefieren abrazar el pesimismo y el sinsentido. Y encontramos tantos niños de mirada triste, perdida, tantas mujeres maltratadas, enlutadas y apagadas, tantos hombres deprimidos. Acerquémonos a todos ellos para contagiarles la alegría de la resurrección del Señor. Amén.

sábado, 30 de marzo de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

TRIDUO PASCUAL

VIERNES SANTO. Ciclo C.
EL MISTERIO SALVÍFICO DE LA CRUZ
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Isaías 52,13-53, 12: El siervo de Dios. La figura del siervo, en su sentido colectivo se refiere a Israel; de una manera más personalizada al profeta. Su pleno sentido y su cumplimiento lo encontramos en Jesús. Él es el varón de dolores. Su muerte fue el camino de su exaltación y causa de nuestra salvación.
-          2ª Lectura: Hebreos 4,14-16; 5,7-9: La obediencia y la ofrenda de Jesús. Jesús, mediador entre el Padre y la humanidad, intercede por nosotros. Él ha conocido nuestra debilidad y ha saboreado nuestras lágrimas y dolores. Su obediencia y su ofrenda son causa de salvación. Configurarse con Él es alcanzar misericordia y gracia.
-          Evangelio: Juan 18,1-19, 42: Narración de la Pasión de Jesús. Juan presenta a Jesús en su pasión como el Siervo de Dios, humilde, paciente, misericordioso, que no abría la boca sino para decir palabras de perdón y confianza.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: la pasión de Cristo es una historia intensa, dramática, y es una historia viva, que no pasa. Es siempre actual. Es una historia humana y divina, en la que se entrecruzan los sentimientos más horrendos y las actitudes más llamativas. Es una historia que da paso a una nueva historia. Es una historia de mucho sufrimiento, pero de mucho sentimiento, y con un final feliz. En esta conmovedora historia de la pasión de Jesús podemos resaltar varias historias que nos interpelan a cada uno de nosotros. Ante todo, la Pasión de Cristo es una HISTORIA DEL PECADO. Resume todo el pecado de los hombres y mujeres. Podemos ir analizando las mezquindades de cada uno de los personajes que protagonizan esta historia, y de los variados colectivos que intervienen. Descubriremos cobardías, traiciones, injusticias, crueldades, ambiciones, mentiras, codicias, cegueras, alienaciones. Pero no sólo serán los pecados de ciertas personas o grupos o pueblos, sino el pecado de todo el mundo, que está pesando sobre Cristo y que está crucificando a Cristo. La Pasión es también una HISTORIA DE DOLOR. Es lo que más se manifiesta y más nos conmueve. La cruz es un tormento inhumano, un resumen de sufrimientos espantosos. Hasta dónde llega la crueldad de los verdugos y la destrucción de las víctimas. Las circunstancias que rodean todo el proceso lo hacen más doloroso. Y está Getsemaní o el sufrimiento del alma. Es también un abismo que no llegamos a comprender. Y no pensamos sólo en los sufrimientos de Cristo, sino en todo el sufrimiento del mundo, que él quiso asumir, desde la sangre del justo Abel hasta la de la última víctima asesinada por el terrorismo, el hambre, la guerra, la pena capital, el aborto, etc. La Pasión de Cristo es también una HISTORIA DE ESPERANZA. Todo sufrimiento humano queda redimido desde que Cristo lo asume. La cruz deja de ser un lugar maldito desde que Cristo murió en ella. Ya todas las situaciones oscuras quedan iluminadas, desde que Cristo pasó por ellas, y todas las des-gracias quedan agraciadas y con-graciadas. Cristo no sólo consuela y da fuerza al que sufre, sino que cambia el sentido del sufrimiento. En todos los misterios dolorosos hay ya una semilla de esperanza. Y, por último, la Pasión de Cristo es una HISTORIA DE AMOR. El evangelio de ayer nos recordaba que “Cristo amó a los suyos hasta el extremo”, hasta dejarse partir, hasta dejarse comer, hasta arriesgar su vida por ellos, hasta entregar la vida por ellos, para que vivan, para que tengan vida en abundancia. El amor es el secreto de toda la historia, el que ilumina las palabras, los silencios, los hechos. Y será precisamente la fuerza de este amor la que consiga la victoria sobre todas las fuerzas del mal desencadenadas en esta historia. El amor aguanto todo y es más fuerte todo el pecado, y absorbe todo tipo de sufrimiento. Amén.

CATEQUESIS DOMINICAL

TRIDUO PASCUAL

JUEVES SANTO. Ciclo C.
MISTERIO DE AMOR Y DE SERVICIO
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Éxodo 12,1-8. 11-14: La cena pascual del pueblo de Dios. Jesús, en la última cena con sus discípulos, celebra la Pascua judía, transmitiéndola, anticipando otra Pascua. El pueblo judío celebraba la liberación de Egipto, el paso del Señor para salvarles. Fue una experiencia memorable, que deben no sólo recordar, sino actualizar cada año.
-          2ª Lectura: I Corintios 11,23-26: La cena pascual de los cristianos. La tradición que recibió Pablo ha llegado hasta nosotros. La celebración de la Eucaristía es la más hermosa tradición que tiene la Iglesia, la más importante, la más viva, la mejor conservada. Recogemos y renovamos cada palabra y cada gesto del Señor, pero lo más importante es el Espíritu que animaba estas palabras y estos gestos. Por eso la Eucaristía es sacramento de vida, memorial de la muerte y de la resurrección del Señor y prenda de la Parusía.
-          Evangelio: Juan 13,1-15: La última cena de Jesús. El lavatorio de los pies es una preparación y un complemento de la Eucaristía. Si queremos compartir el cuerpo y la sangre de Cristo, tenemos que empezar por lavar los pies al hermano, por vivir en actitud de humilde servicio los unos para los otros. El amor de comunión y el amor de servicio -la koinonía y la diaconía- se complementan. El que lava los pies se capacita para comulgar y el que comulga se capacita para lavar los pies. En ambos casos celebramos el inmenso amor de Cristo, capaz de hacerse pan y capaz de ponerse a nuestros pies.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Cada uno de los que nos hemos reunido esta tarde para celebrar la cena del Señor, tiene su historia personal propia y concreta. Pertenecemos a familias diferentes, cada una de ella con sus peculiaridades; aunque vivamos en la misma sociedad, pero la realidad de cada cual es bien diferente, unos lo pasan mejor o peor que otros; hemos llegado a esta celebración con ánimos diferentes, unos con muchos problemas personales, familiares, económicos, laborales, afectivos,  y otros no tanto. Sin restar la importancia a la situación real y concreta que define a cada uno de nosotros, pero lo importante es que nos hemos reunido junto al altar, como los discípulos en el Cenáculo. Y nos ha convocado Jesús a su última Cena, un encuentro con detalles muy significativos.
Esta su última Cena la conmemoramos todos los años el Jueves Santo, un día en que el amor se impone; es el gran día del amor. Jueves Santo es el día en que Jesucristo amó a los suyos hasta el extremo. Jesús mismo es el fin de todo amor. Aquella tarde su corazón latía con más fuerza. Había intensidad en las palabras, en los signos, en los gestos. Aquella Cena iba a ser la última, todo sonaba a despedida. Era también el culmen de una trayectoria y el arranque de otro tiempo, el principio de otros encuentros. Este amor de Cristo se manifiesta en tres dimensiones: la amistad, el servicio y la entrega.
LA AMISTAD. Jesús llama amigos a sus discípulos y les explica en qué consiste la verdadera amistad. Entre los amigos tiene que haber comunicación, tienen que tener intimidad, y la relación debe ser permanente. Les pone el ejemplo de la vid y los sarmientos. Nada de separaciones. Por eso “permaneced en mi amor”. La comunión entre Cristo y sus discípulos se va a realizar de manera misteriosa por medio de una comida de amor. Todo banquete compartido es signo de unidad, pero en este banquete Cristo mismo se hace comestible y sus amigos podrán alimentarse de su cuerpo y la sangre. No cabe mayor comunión, porque no sólo se alimentan del cuerpo y la sangre de Cristo, sino que se nutren de sus sentimientos y sus ideales, se llenan de su mismo espíritu. Después de comulgar pueden decir que “su vida es Cristo”. Que es Cristo quien vive en ellos. Esta comunión es la que Cristo quiere para todos los hombres (nosotros), que al comulgar con él comulguen entre sí, Surjan así fermentos de comunión que se siembren en el mundo, familias y grupos divididos y los vayan transformando.
EL SERVICIO. Jesús había optado por una vida de servicio. Su misión fue la de evangelizar, liberar y curar. No tenía tiempo ni vivía para sí. Tenía que atender a todos los que acudían a él. Enseñó varias veces a sus discípulos las actitudes de servicio. “El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor… que tampoco el hijo del hombre ha venido a ser servido, sino para servir” (Mc 10, 43-44). Pero ellos no acababan de entender. Y para que la lección les entrara por los ojos, se puso a lavarles los pies. El lavar los pies era un oficio de los esclavos, pero Jesús quiere ser el esclavo, el servidor de todos. El gesto nos impresiona, por la humildad, por la delicadeza, por la servicialidad. Jesús, el Señor, quiere ponerse a los pies del hombre. Tiene que bajarse, tiene que despojarse, tiene que hacer oficio sucio. Lavar los pies es un ejemplo de otros muchos gestos serviciales que hay que hacer, como curar a un enfermo, dar la mano a un ciego, acompañar a un anciano, enseñar al que no sabe, corregir al que se equivoca, ofrecer parte de tiempo como voluntario. Es una manera de hacerse comestible, de gastar la vida, de darse a los demás. Por eso, la Eucaristía y el Lavatorio de los pies se iluminan mutuamente.
ENTREGA.  En la última Cena Jesús se anticipa la entrega de su vida. Una vida que se ha ido entregando de lavatorio en lavatorio, de acogida en acogida, de curación en curación, de trabajo en trabajo. Ahora ha llegado la hora de entregarse del todo. Escoge el pan y el vino para significar esta entrega: un pan que se parte y se come, un vino que rebosa y se bebe. Cuando hoy dice: “haced esto en memoria mía”, nos dice que tenemos que ir ensayando esta su forma de vida en la nuestra. La comunión de Cristo entregado nos capacita y nos urge a vivir una vida de entrega todos los días de nuestra vida. Amén.

domingo, 24 de marzo de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

DOMINGO DE RAMOS. Ciclo C.
CONMEMORACIÓN DE LA ENTRADA DEL SEÑOR EN JERUSALÉN
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Isaías 50,4-7: El “siervo que escucha y sufre”. El Siervo de Yahve ha sido preparado para alentar a los abatidos y confortar a los que sufren. Quiere estar cerca de ellos. Quiere escuchar sus quejas y lamentos. Quiere “asumir toda su humillación y su dolor”. Es así como podrá redimir el sufrimiento del mundo, desde la experiencia, desde dentro. Esta capacidad del Siervo le viene del Señor, “porque mi Señor me ayudaba”.
-          2ª Lectura: Filipenses 2,6-11: El camino pascual de Cristo. Este himno es un resumen de cristología. Canta el misterio de la Encarnación y la Pascua. Cristo se despoja de todo para recuperarlo todo. Baja hasta el infierno para asentarse en lo más alto de la gloria. Se convierte en nada para alcanzar el título de Señor.
-          Evangelio: Lucas 22,14-23,56: Narración de la Pasión de Jesús. Lucas presenta a Jesús en su pasión como el Siervo de Dios, humilde, paciente, misericordioso, que no abría la boca sino para decir palabras de perdón y confianza. Evita algunas secuencias muy duras, como los azotes, la crucifixión o los gritos desgarradores del crucificado. La muchedumbre es menos hostil, incluso se arrepienten al final. Y resalta aspectos más consoladores, como las piadosas mujeres, las palabras de perdón a los verdugos, la promesa al buen ladrón y el grito final de confianza. “Lucas hace que sobre el Calvario pasara una brisa de humanidad”.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Hoy es Domingo de Ramos. Un domingo muy especial. ¿Por qué especial? Por varios motivos:
Es el pórtico de entrada a la Semana Santa. Esto significa que hoy comienza para el cristiano una especie de semana de retiro en la que su objetivo va a ser vivir los sentimientos que Jesús vivió en esta última semana de su estancia en la tierra. Son días de mucha oración.
La liturgia de este domingo empieza recordando la entrada clamorosa de Jesús en Jerusalén. Hay emoción y entusiasmo, hay lágrimas y aplausos, hay aclamaciones y cantos. Es un triunfo de Jesús, y le llaman bendito, hijo de David, rey que viene en nombre del Señor. Pero no olvidemos este matiz: el triunfo de Jesús está rodeado de humildad y mansedumbre, de sencillez y ternura, de compasión y presentimientos. Jesús entra en Jerusalén con la paz en sus manos, ofreciendo a todos la salvación. No necesita  fuerzas humanas, “carros y caballerías”, “caravanas de coches de lujo o séquito real”, su fuerza es interior, la fuerza del Espíritu. Es el triunfo del amor, el triunfo de Dios. Le bastan las cosas sencillas, la plebe, niños, olivos, el burrito.
No toda Jerusalén recibe a Jesús, como tampoco hoy le recibe toda la humanidad. Jesús lo sabe. Esta conciencia de rechazo de su pueblo, de los hijos y creaturas de Dios le hizo llorar entonces y le hace llorar ahora también. No porque Jerusalén le rechazara, y hoy los hombres le rechacen a él, sino porque rechazaban y rechazan su propia salvación, porque se abrazaban y se abrazan con su propia ruina. No hay mayor dolor que un amor dado gratuitamente pero rechazado, un amor que produciría vida y liberación, pero desperdiciado.
En la segunda parte de este domingo se anuncia la pasión del Señor, y todas las lecturas de esta parte, nos invitan a meditar distintos aspectos de este misterio de dolor y de amor. El Siervo de Yahve de la primera lectura es el mismo Jesús de la Pasión. Jesús lleva a cabo una misión admirable, pero sumamente difícil. Viene a servir y a curar el mundo. Viene a dar testimonio del amor más limpio, más humilde y más generoso. Viene a consolar a todos los que sufren, a curar a todos los ciegos y liberar a todos los cautivos. Y todo esto realizándolo sin ayuda de otros medios, sólo con el amor, siempre desde abajo, desde dentro. Éste es el himno de San Pablo a los filipenses: “Cristo se despoja de todo para recuperarlo todo. Baja hasta el infierno para asentarse en lo más alto de la gloria. Se convierte en nada para alcanzar el título de Señor”.
Al comenzar la Semana Santa, tomemos la conciencia de que la vida de cada cristiano está también envuelta en este misterio de dolor y de amor de Jesús. La Pasión de Cristo aún no ha terminado. Penetra el presente. Nos implica a cada uno. La Pasión de Cristo se prolonga en la pasión del hombre, de millones de criaturas que continúan la agonía, aplastados bajo el peso de una cruz demasiado pesada para llevarla solos. La Iglesia nos pide ahora que intensifiquemos esa conciencia. Por eso cada cristiano tiene que hacer dos cosas, al menos en esta Semana Santa: a) descubrir en torno a él el dolor ajeno y las fuerzas que lo producen; b) y definirnos ante el dolor ajeno, es decir, buscando identificarnos con alguno de los personajes del relato de la Pación: los conspiradores que buscaban cómo coger a Jesús en algo para justificar la pasión (sufrimiento). También nosotros podemos justificar el dolor ajeno; la mujer de Betania que ungió los pies de Jesús, aliviándolo; Judas que vio un derroche en el gesto de la mujer; el hombre que cedió su casa a Jesús para celebrar la Pascua; los discípulos que lo abandonaron en el momento más preciso; o Pedro, Santiago y Juan que lo único que supieron fue dormir; o Caifás, o Pedro que lo negó tres veces, o Pilato, el cobarde; o Simón de Cirene, que le ayudó a llevar la cruz; o la Verónica, que le enjugó el rostro…  Queridos hermanos/as, la Semana Santa no es un espectáculo al que asistimos, sino un misterio del que participamos. Es una especie de retiro en el que centramos nuestra atención. Amén.

miércoles, 20 de marzo de 2013

ACTIVIDADES PARROQUIALES

HORARIO DE CULTOS SEMANA SANTA 2013


24 de marzo: "Domingo de Ramos"
11:30 h. Procesión de Ramos con salida desde la Plaza de la Iglesia y a continuación, Solemne Misa.
 
27 de marzo: "Miércoles Santo"
18:00 h. Celebración Penitencial en la Parroquia.

28 de marzo: "Jueves Santo"
20:00 h. Eucaristía de la Cena del Señor en la Parroquia.
21:00 h. Hora Santa.

29 de marzo: "Viernes Santo"
19:30 h. Liturgia de la Pasión de Ntro. Sr. Jesucristo y Adoración de la Santa Cruz en la Parroquia.
22:30 h. Vía Crucis, por el itinerario de costumbre en las calles de la localidad.

30 de marzo: "Sábado Santo"
21:00 h. Solemne Vigilia Pascual de Resurrección en la Parroquia.

sábado, 16 de marzo de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

V DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo C.
LOS CAMINOS DE LA LIBERTAD

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Isaías 43,16-21: El nuevo éxodo. El pueblo de Israel está desterrado en Babilonia. El profeta Isaías quiere suscitar la esperanza, debilitada por el paso de los años, y anuncia a los exiliados la próxima liberación. Un nuevo éxodo se aproxima. Además de las circunstancias contingentes, el significado mesiánico y escatológico.
-        2ª Lectura: Filipenses 2,4-10: La mirada puesta hacia adelante. Pablo examina su vida anterior y la considera basura en comparación del conocimiento de Cristo. Mira solamente hacia adelante y fija sus ojos en la meta. La configuración con Cristo exige un profundo conocimiento del Señor, participación en la muerte y resurrección de Cristo y mantenerse en forma hasta llegar a la meta.
-       Evangelio: Juan 8,1-11: La misericordia ante la ley. Jesús no vino a condenar sino a salvar. No condena y devuelve a la mujer su dignidad y su libertad. Esta postura de Jesús le ocasionará muchos problemas. Ha llegado el tiempo de la gracia y del perdón.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Nos hemos reunido para la celebración de la Eucaristía en el quinto y último domingo de Cuaresma. Estamos a las puertas de la Semana Santa en la que se nos ofrece con toda crudeza e intensidad el amor misericordioso de Dios. Y creo que, llegados a este punto, se nos ofrece también un tiempo oportuno para hacer un examen, bajo la luz de la Palabra de Dios, de nuestro proceder a lo largo de esta Cuaresma para ver si hemos caminado hacia el Señor, si hemos decidido “convertirnos” un poco a él.
El domingo pasado, el Señor nos mostraba el gran amor de Dios a los hombres por medio de la parábola del hijo pródigo. El padre salió al encuentro del hijo y le perdonó sin pedirle explicaciones y, además, organizó una gran fiesta, que no fue compartida por el hermano mayor (aferrado sólo al cumplimiento de las leyes, pero falto de amor).
En este quinto domingo de Cuaresma, el Señor nos ofrece una nueva lección sobre el amor misericordioso y perdonador de Dios. Como dijimos los dos últimos domingos, la conversión significa pasar de una forma de vida a otra, un OLVIDO DEL PASADO, QUE QUEDA BORRADO POR EL AMOR DE DIOS. La catequesis del presente domingo está en esa misma línea. El amor de Dios hacia nosotros es un estímulo para que nos convirtamos a él. Por eso las tres lecturas de hoy nos lanzan este mensaje: convertirse es mirar hacia adelante. Así lo hemos escuchado en cada una de ellas: “No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo” (Primera Lectura); “Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está delante” (Segunda Lectura); “Anda, y en adelante no peques más” (Evangelio).
Estas frases con que pretendo resumir cada una de esas lecturas, nos muestran también un antes y un después de lo que les ha pasado a los protagonistas de las mismas.  En Primera Lectura, el profeta Isaías quiere suscitar a los israelitas la esperanza, debilitada por el paso de los años, y anuncia a los exiliados la próxima liberación.  En la Segunda, San Pablo examina su vida anterior y la considera basura en comparación del conocimiento de Cristo. Mira solamente hacia adelante y fija sus ojos en la meta. Y Jesús, en el Evangelio, no condena a la mujer pecadora, sino que la perdona, y la invita a no pecar más.
Todos, hermanos y hermanas, podemos ser la mujer pecadora y los escribas y fariseos del Evangelio de hoy. Porque todos somos pecadores, es decir, nos equivocamos muchas veces; y somos también acusadores de los demás; vemos con prontitud los defectos de los demás. Pero la postura de Jesús ante lo que era el mayor escándalo y pecado para los semitas: el adulterio, nos desafía y nos invita a mirar el interior de cada uno. Jesús no ha venido a condenar sino a combatir el pecado; no ha venido a castigar sino rehabilitar. La mujer perdonada puede reanudar con dignidad su vida gracias a esa postura de Jesús. “No peques más”, es la recomendación de Jesús a todos sus seguidores. Jesús quiere extirpar el pecado que hay en nosotros, invitándonos a vivir una vida de gracia y de amor. La lógica de Jesús demuestra que ni la ley, ni las piedras, ni las críticas, ni las acusaciones ayudan a los humanos ni a cambiar de vida/conducta ni a recobrar su dignidad perdida cuando se hayan equivocado. Sólo la gracia y el amor restablecen al hombre y a la mujer que pecan. Por eso nos invita hoy a ser fieles a Dios evitando el pecado; nos advierte que no podemos condenar a los demás por los pecados que cometan, sino saberles perdonar tal como él hace. Amén.

domingo, 10 de marzo de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

IV DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo C.
EL DON DE DIOS MISERICORDIOSO

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Josué 5,9ª.10-12: El don de la tierra prometida. Con la entrada dl pueblo de Dios en la tierra prometida se concluye el Éxodo y se inicia una nueva etapa. Se cumple así la promesa que Dios hizo a Abraham: de concederle una tierra. Al día siguiente de su entrada, Israel celebra su primera Pascua en la tierra prometida y comienza u nueva estilo de vida.
-          2ª Lectura: II Corintios 5,17-21: El don del Cristo reconciliador. La lectura ofrece los criterios fundamentales que guían a Pablo en su apostolado: Dios nos reconcilia por Cristo. Él cargó sobre sí el pecado de todos para que la humanidad viviera una vida nueva y libre. Es la nueva humanidad de los redimidos y perdonados.
-          Evangelio: Lucas 15,1-3. 11-32: El don de la casa paterna. El objetivo de la parábola es poner de relieve la misericordia. El Padre es misericordioso y su misericordia no tiene fronteras, ni tiempos, ni hace distinción entre personas. Su perdón misericordioso es universal y gratuito. El hijo menor recapacita sobre sus pasos, recuerda la casa paterna e invoca la fuerza del amor de su Padre. El abrazo entre el padre y el hijo es signo pascual del perdón cristiano. La parábola del hijo pródigo es la parábola del padre misericordioso.
 Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Estamos en el cuarto domingo de Cuaresma que gira en torno a una gran idea: la conversión, el cambio de vida. Como dijimos el pasado domingo, la conversión significa pasar de una forma de vida a otra. Dicho con otras palabras, un OLVIDO DEL PASADO, QUE QUEDA BORRADO POR EL AMOR DE DIOS, Y UNA APERTURA AL FUTURO, AL HOMBRE NUEVO. Hoy esa catequesis de la conversión que nos ocupa la vamos a ver reflejada en la parábola del “Hijo pródigo”, tan conocida y tan nueva. La hemos oído infinitas veces, pero vale la pena volver a meditarla en este tiempo de la Cuaresma.
Los destinatarios de la parábola son tanto los ‘pecadores’ (publicanos) que se acercaban a escuchar, como los ‘buenos’ (fariseos y escribas) que se acercaban a murmurar. Jesús se dirige a unos y a otros para romper los viejos esquemas de una religión justiciera. Era muy normal que “la gente de bien” (los cumplidores de la ley) no se mezclaran con los “pecadores reconocidos como a tales”. Ante esta mentalidad rigorista, separatista y discriminatoria, Jesús se defiende de la crítica que le hacen los “buenos”: “éste acoge a los pecadores y como con ellos”. Esto equivale a nuestro: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Y les dirá con esta parábola que Dios no cierra el camino de la conversión a nadie, sino que da oportunidad a todos sus hijos extraviados que quieren volver a casa, con tal de que reconozcan su error, su pecado. En una palabra, Dios ama a los pecadores arrepentidos.
La actuación de cada personaje de esta parábola nos invita a una reflexión profunda sobre nuestra vida cristiana. Veamos. El hijo menor pide y exige la herencia. Se acuerda de ser hijo sólo para reivindicar su derecho a la herencia. Ni una palabra de gratitud del hijo al padre. ¡Cuántos padres experimentan hoy lo mismo! ¡Cuántos hombres y mujeres sólo exigimos a Dios y olvidamos de alabarle! Se marchó de la casa dando un portazo. Busca la libertad y la diversión, y gasta todo su patrimonio. Sin dinero y sin amigos, reflexiona y recapacita. Se dice dentro de sí mismo: “he pecado”. Se encamina a casa de su Padre. Ya es una persona nueva. Su Padre sale a su encuentro con los brazos abiertos y organiza una fiesta. Le pone el anillo, signo alianza; las sandalias, signo del hombre libre; el traje nuevo, símbolo de la festividad, alegría de haberlo encontrado sano y salvo. Es la escena más bonita de la parábola, donde se destila el amor infinito de Dios con el hombre pecador. Dios no mira ni el tiempo ni la cantidad de nuestros pecados, sino nuestro arrepentimiento y nuestra vuelta sincera a Él. Esta actitud del Padre Bondadoso da confianza para quien quiere cambiar de vida. En cambio, el hijo mayor critica la actitud del padre. Se aferra en su condición de cumplidor de las normas, pero está vacío de la misericordia, condición sine qua non para entrar en el Reino de los Cielos. No soporta que su padre haya perdonado a su hermano. Aquí se ponen de manifiesto los derechos y la misericordia.
Queridos hermanos y hermanas, esta parábola de Jesús nos habla a todos: a los que se han alejado de Dios y de la Iglesia y a los que permanecemos en la cercanía de Dios y de la Iglesia. Los primeros han pecado, pero también los segundos hemos pecado y pecamos con nuestras actitudes y críticas. En este tiempo de Cuaresma, tanto los que se encarnan la figura del hijo menor como el hijo mayor necesitamos reconocer nuestro pecado y arrodillarnos ante nuestro Padre para recibir su abrazo de Padre de la Misericordia. Amén.

sábado, 2 de marzo de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

III DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo C.
TRIPLE CONVERSIÓN
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Éxodo 3,1-8ª 13-15: El acercamiento a Dios, acerca de los hermanos. Dios contempla la explotación de su pueblo en Egipto y no la tolera ya por más tiempo. Moisés es el hombre escogido por Dios para llegar a Israel de la esclavitud. Moisés se acerca a observar el fenómeno de la zarza ardiendo sin consumarse y allí en la cercanía de Dios recibe la misión de liberar a sus hermanos que sufren en Egipto. Dios se define no sólo por palabras sino también por las maravillas que realiza.
-          2ª Lectura: I Corintios 10,1-6. 10-12: La conversión es cambio de vida. Los acontecimientos del primer éxodo son signo de lo que ahora sucede. Las falsas seguridades de entonces llevaron al pueblo a la idolatría. Hoy, las falsas teorías pueden ahogar y difuminar el camino de la salvación. La mejor actitud cuaresmal es la conversión. Convertirse es caminar con Cristo y participar en sus dones de salvación.
-          Evangelio: Lucas 13,1-9: La conversión ante los signos de los tiempos. Dos hechos de crónica dan pie a Jesús para una reflexión y una invitación a la conversión. Las desgracias narradas en el evangelio y las adversidades de hoy son signos de la precariedad del hombre sobre la tierra. Dios nos habla por la vida y nos exhorta a convertirnos para no perecer.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Hoy, tercer domingo de Cuaresma, nos hemos reunido para celebrar la Eucaristía y escuchar la Palabra de Dios. En el primer domingo de Cuaresma se nos ofrecía el ejemplo del Jesús-hombre afrontando y saliendo victorioso en sus tentaciones. En el segundo domingo se nos presentaba aquella consoladora transfiguración del Jesús-Dios, mostrándonos su rostro divino e indicándonos que en medio de las pruebas de la vida, siempre podemos encontrar la fuerza y la luz de Dios.
Hoy las lecturas bíblicas nos habla del perdón y de la misericordia de Dios, pero de un perdón de Dios que responde a la actitud de conversión que encuentre en el hombre. Dios siembra su perdón generosamente en cada corazón abierto a darle acogida. Especialmente en este tercer domingo de Cuaresma el Señor manifiesta la necesidad de reconocer nuestro pecado y convertirnos a Dios de todo corazón para dar fruto de buenas obras.
Hermanos y hermanas la CONVESIÓN significa PASAR DE UNA FORMA DE VIDA A OTRA. Este paso sólo es posible si dejamos que Dios pase también por nuestra vida; que deje huella en nosotros. Esto requiere una cierta disponibilidad en nosotros, pero sin olvidar que la iniciativa siempre parte de Dios, porque nos conoce y sabe lo que necesitamos en cada momento de la vida. Así sucedió cuando escuchó el grito de sufrimiento de los esclavos del Faraón; así también sucede cuando escucha en los momentos oportunos los gritos de sufrimiento de tantos hombres y mujeres esclavos que viven sin libertad ni dignidad en muchos rincones de nuestra tierra. Dios no duerme ni nos engaña. Es un Dios paciente, pero misericordioso. Y aparece en nuestra historia cuando menos lo esperamos.
En aquel entonces, envió a Moisés, hoy él se hace cercano a nosotros y nos ofrece la libertad a través de otros hombres y mujeres de buena voluntad y de los predicadores de su Palabra que denuncian la opresión y toda clase de abusos que sufren sus hijos a manos de otros hombres y mujeres. También hay esclavitudes camufladas en liberación. La luz de la Palabra de Dios ayudará a descubrirlas. ¿Queremos la libertad o preferimos ser esclavos de lo que nos rodea y nos mancha? En nosotros está la decisión. Él nos deja la libertad y nos la respeta.
Él se acerca a nosotros ofreciéndonos la salvación, la vida, la libertad. Si la aceptamos, iniciamos un camino de conversión, pasamos de una forma de vida a otra. Si la rechazamos permanecemos siendo esclavos de nosotros mismos y de lo que nos rodea. Convertirse es optar por lo fundamental de la vida; convertirse es sentirse responsable para crear un mundo en donde reine el gozo y el respeto, la justicia y la caridad; convertirse es hacer de la vida una experiencia de Dios, descubriendo y buscando su presencia, al estilo de Moisés; convertirse es aceptar la existencia como camino o éxodo en el que se realiza el esfuerzo de superar las falsas seguridad y libertades; convertirse es no dejarse dominar por los ídolos fáciles del mundo; convertirse comprometerse en la tarea de ayudar a los que sufren y hacerles la vida más gozosa; convertirse es no ser higuera estéril sino fructífera en el campo del Señor. Poner resistencia a Dios es permanecer esclavo. Amén.