V DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo C.
LOS CAMINOS DE LA LIBERTAD
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1ª Lectura: Isaías 43,16-21: El nuevo éxodo. El pueblo de Israel está desterrado en Babilonia.
El profeta Isaías quiere suscitar la esperanza, debilitada por el paso de los
años, y anuncia a los exiliados la próxima liberación. Un nuevo éxodo se
aproxima. Además de las circunstancias contingentes, el significado mesiánico y
escatológico.
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2ª Lectura: Filipenses 2,4-10: La mirada
puesta hacia adelante. Pablo examina su vida anterior y la considera basura
en comparación del conocimiento de Cristo. Mira solamente hacia adelante y fija
sus ojos en la meta. La configuración con Cristo exige un profundo conocimiento
del Señor, participación en la muerte y resurrección de Cristo y mantenerse en
forma hasta llegar a la meta.
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Evangelio: Juan 8,1-11: La misericordia ante la ley. Jesús no vino a condenar sino a
salvar. No condena y devuelve a la mujer su dignidad y su libertad. Esta
postura de Jesús le ocasionará muchos problemas. Ha llegado el tiempo de la
gracia y del perdón.
Queridos hermanos y hermanas en
Cristo: Nos hemos reunido para la celebración de la Eucaristía en el quinto y
último domingo de Cuaresma. Estamos a las puertas de la Semana Santa en la que
se nos ofrece con toda crudeza e intensidad el amor misericordioso de Dios. Y
creo que, llegados a este punto, se nos ofrece también un tiempo oportuno para
hacer un examen, bajo la luz de la Palabra de Dios, de nuestro proceder a lo
largo de esta Cuaresma para ver si hemos caminado hacia el Señor, si hemos
decidido “convertirnos” un poco a él.
El domingo pasado, el Señor nos
mostraba el gran amor de Dios a los hombres por medio de la parábola del hijo pródigo. El padre salió al
encuentro del hijo y le perdonó sin pedirle explicaciones y, además, organizó
una gran fiesta, que no fue compartida por el hermano mayor (aferrado sólo al
cumplimiento de las leyes, pero falto de amor).
En este quinto domingo de
Cuaresma, el Señor nos ofrece una nueva lección sobre el amor misericordioso y
perdonador de Dios. Como dijimos los dos últimos domingos, la conversión
significa pasar de una forma de vida a
otra, un OLVIDO DEL PASADO, QUE QUEDA
BORRADO POR EL AMOR DE DIOS. La catequesis del presente domingo está en esa
misma línea. El amor de Dios hacia nosotros es un estímulo para que nos
convirtamos a él. Por eso las tres lecturas de hoy nos lanzan este mensaje: convertirse es mirar hacia adelante. Así
lo hemos escuchado en cada una de ellas: “No recordéis lo de antaño, no penséis en lo
antiguo; mirad que realizo algo nuevo” (Primera Lectura); “Sólo
busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que
está delante” (Segunda Lectura); “Anda, y en adelante no peques más” (Evangelio).
Estas frases con que pretendo
resumir cada una de esas lecturas, nos muestran también un antes y un después
de lo que les ha pasado a los protagonistas de las mismas. En Primera Lectura, el profeta Isaías quiere
suscitar a los israelitas la esperanza, debilitada por el paso de los años, y
anuncia a los exiliados la próxima liberación.
En la Segunda, San Pablo examina su vida anterior y la considera basura
en comparación del conocimiento de Cristo. Mira solamente hacia adelante y fija
sus ojos en la meta. Y Jesús, en el Evangelio, no condena a la mujer pecadora,
sino que la perdona, y la invita a no pecar más.
Todos, hermanos y hermanas,
podemos ser la mujer pecadora y los escribas y fariseos del Evangelio de hoy. Porque
todos somos pecadores, es decir, nos equivocamos muchas veces; y somos también
acusadores de los demás; vemos con prontitud los defectos de los demás. Pero la
postura de Jesús ante lo que era el mayor escándalo y pecado para los semitas:
el adulterio, nos desafía y nos invita a mirar el interior de cada uno.
Jesús no ha venido a condenar sino a combatir el pecado; no ha venido a
castigar sino rehabilitar. La mujer perdonada puede reanudar con dignidad su
vida gracias a esa postura de Jesús. “No peques más”, es la recomendación
de Jesús a todos sus seguidores. Jesús quiere extirpar el pecado que hay en
nosotros, invitándonos a vivir una vida de gracia y de amor. La lógica de Jesús
demuestra que ni la ley, ni las piedras, ni las críticas, ni las acusaciones
ayudan a los humanos ni a cambiar de vida/conducta ni a recobrar su dignidad
perdida cuando se hayan equivocado. Sólo la gracia y el amor restablecen al
hombre y a la mujer que pecan. Por eso nos invita hoy a ser fieles a Dios
evitando el pecado; nos advierte que no podemos condenar a los demás por los
pecados que cometan, sino saberles perdonar tal como él hace. Amén.
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