sábado, 9 de mayo de 2015

CATEQUESIS DOMINICAL

V DOMINGO DE PASCUA. Ciclo B. 

UNIDOS A CRISTO PARA DAR FRUTO 

Ideas principales de las lecturas de este domingo: 
  • 1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 9,26-31: Pablo en el corazón de la Iglesia. Bernabé presenta a la comunidad de Jerusalén a Pablo, el convertido de Damasco. Entra a formar parte de la comunidad apostólica, pues “las columnas” de Jerusalén lo acogen. El perseguidor se convierte en perseguido.
  • 2ª Lectura: I San Juan 3,13-24: La fe y el amor se expresan en obras. Muchas veces se piensa que creer y amar son actitudes que recorren caminos paralelos. Juan afirma rotundamente que no ha fe auténtica sin obras del mandamiento del amor.
  • Evangelio: Juan 15,1-8: La vid y los sarmientos. La viña es una imagen sugerente en el Antiguo Testamento. En el bautismo hemos sido injertados a la vida nueva de Cristo, como los sarmientos en la vid.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
El domingo pasado decíamos que Jesús siempre recurría a imágenes que el pueblo sencillo podía comprender para hablarles de su persona y su doctrina. Este domingo va a utilizar una imagen entrañable y cercana para explicarles cómo ha de ser la vida del cristiano. Y esta imagen es la de “la vid y los sarmientos”, que siempre han de permanecer unidos, como lo ha de ser el cristiano con Cristo y su Iglesia.
Sin embargo, entre muchos hombres “no creyentes” y “creyentes” se dejan oír voces que dicen que “lo importante hoy no es rezar, ni pertenecer a la Iglesia, sino construir una sociedad más justa y humana. El hombre y la mujer se deben comprometer a crear un ambiente propicio para que la justicia y la fraternidad reinen en el mundo”. Indudablemente esta labor es siempre plausible y laudable. Quien obra así es por filantropía o por motivos puramente humanos o sociales.
También se puede construir una sociedad desde una perspectiva cristiana. La raíz es la FE y la UNIÓN a CRISTO por el BAUTISTO y los demás SACRAMENTOS. El evangelio, al proponernos la imagen de la vid y los sarmientos, nos quiere decir que la savia de la vid recorre por los sarmientos y a su debido tiempo produce fruto. En cambio, el sarmiento desgajado de la vid no reverdece ni da fruto, se seca y muere. Esto es, el cristiano debe reconstruir la sociedad desde su fe que se expresa en obras. La creencia en Jesús, VID, y la permanencia en él, se manifiesta en las siguientes exigencias: anunciar si miedo la buena Noticia, como Pablo; compartir la fe con los hermanos; traducir la fe en obras concretas de caridad y hacer de la caridad un compromiso diario.
La inserción en Cristo es salvación (porque nos da vida) y es, al mismo tiempo, compromiso dinámico. Esto significa que nuestra unión con Él tiene que ser continua. No basta tener encuentros esporádicos e intermitentes. Vivir la presencia de Cristo en nosotros, nuestra comunicación con Él en la oración, en el trabajo, en el descanso. El sarmiento no puede separarse en ningún instante de la vid, si no quiere perecer y dejar de ser. Igual nosotros. Si queremos que la savia de Jesús, su Espíritu viva en nosotros, debemos permanecer unidos a Él. Amén.

CATEQUESIS DOMINICAL

IV DOMINGO DE PASCUA. Ciclo B.  
CRISTO ES EL BUEN PASTOR

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 4,8-12: Cristo, piedra angular, cura y salva. Pedro y Juan son interrogados por los jefes del pueblo de Dios por haber curado al paralítico. Pedro responde con un breve discurso a las autoridades y explica por qué han curado al lisiado. La misión y el camino de la Iglesia naciente arranca de la fe en Cristo Resucitado.
  • 2ª Lectura: I San Juan 3,1-2: La deificación del creyente. La condición de hijos de Dios, aquí en la tierra es un pálido reflejo de lo que llegaremos a ser en el futuro. Dios nos ama hasta tal punto que nos ha hecho hijos suyos. No sólo nos llamamos hijos de Dios sino que realmente lo somos. Pero lo que somos se manifestará en su plenitud cuando lo veremos tal cual es.
  • Evangelio: Juan 10,11-18: Cristo, el Buen Pastor. Jesús es el verdadero y único Pastor de la comunidad. Los rasgos mesiánicos del buen pastor son: conocer y amar a cada una de las ovejas, llevarlas por los mejores pastos, buscar a la descarriada y esperar a la perdida, curar a la herida y fortalecer a la enferma.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El domingo pasado el Señor nos invitaba a ser testigos de su paz, su perdón y su amor en medio de nuestros ambientes y en la sociedad. Por si no sabemos como ejercer este testimonio, es conveniente que sigamos su ejemplo, por eso se nos presenta hoy como el Buen Pastor.

Jesucristo, en vida había dado, a los apóstoles, unas catequesis preciosas y sencillas sobre su persona, de tal manera que cuando tuvieran que predicar pudieran hacerlo con imágenes que el pueblo humilde entendiera. Una de estas imágenes es la del pastor que san Juan nos presenta hoy en Evangelio.
Este Evangelio nos invita hoy a cuestionar y a reflexionar sobre el “liderazgo” que ejercemos cada uno al frente del pequeño o gran grupo que el Señor le ha confiado: padres de familia, maestros, catequistas, animadores de grupos, políticos, sacerdotes…
¿Faltan líderes? Para responder a esta pregunta es preciso a sumarnos a nuestro mundo y nuestros grupos y observar los acontecimientos y las personas. Son un sin número. Cada uno anuncia su programa y promete una infinidad de realidades. Los escuchan muchas personas. Buscan los púlpitos más altos para hacerse oír. Sus palabras invaden la prensa, la televisión, la radio…
En cambio, Cristo es el guía, el maestro y el pastor. No excluye a nadie en su programa de salvación. No hace distinciones de personas y su prefiere a alguien es el que está fuera del redil. Su misión es callada; la realiza en el silencio y en el monte. Busca lo que está perdido, anima lo que ha decaído, restaura lo que está roto, cura y sana al que está malherido.
Es otro estilo de ser líder. Es el líder del Evangelio, o sea de Buena Noticia, es el Buen Pastor, es la piedra que desecharon y se ha convertido en piedra angular. Su palabra se oye como un eco que va resonando siglo tras siglo y la oímos nosotros con toda su claridad. Quien se considera su discípulo debe escucharle cada día. Su Palabra es cálida como el Pan caliente que está sobre el altar por la acción del Espíritu. Amén.

martes, 21 de abril de 2015

CATEQUESIS DOMINICAL

III DOMINGO DE PASCUA. Ciclo B.
EL TIEMPO PASCUAL INVITA TAMBIÉN A LA CONVERSIÓN
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 3,13-15.17-19: Pedro anuncia a Jesucristo e invita a la conversión. La curación del lisiado en 1 puerta del templo ofrece a Pedro la oportunidad de hablar a los presentes. En su discurso hace tina relectura del acontecimiento de la resurrección como la gran acción de Dios en Jesús. Recrimina a sus oyentes que hayan rechazado a Cristo y les invita a la conversión y al perdón de los pecados.
  • 2ª Lectura: 1 Juan 2,1-5a: Quien ama no peca y guarda los mandamientos. La lectura de la primera carta de san Juan recoge dos temas: el pecado en la vida del creyente y la necesidad de que la fe se traduzca en el cumplimiento de los mandamientos. Juan afirma que quien ama no peca. Los preceptos no se guardan por miedo al castigo, sino porque se ama a Dios y se experimenta su presencia entre nosotros.
  • Evangelio: Lucas 24,35-48: Vosotros sois testigos. El Resucitado se aparece a los discípulos en un escenario lleno de realismo humano, y a la vez reafirma su identidad como crucificado y resucitado. No es un fantasma, pues come delante de ellos. Explica las Escrituras a sus discípulos pan que sean creyentes prediquen la conversión y el perdón de los pecados, y sean sus testigos ante el inundo.

El Domingo es el día del Señor y el día de la comunidad. Como los discípulos, nos reunimos "el primer días de la semana" el de la resurrección de Cristo. Ellos inauguraron la cadena de encuentros dominicales en memoria del Señor resucitado. Jesús, al aparecerse a sus discípulos, quiere clarificar su imagen y su identidad a través de una doble vía.

Primera: "Mirad mis manos... soy yo en persona". De nuevo las manos que tocaron y fueron levantadas, que bendijeron y partieron el pan, que lavaron los pies de los discípulos, y los pies que recorrieron los caminos de Palestina, Manos y pies llevan signos de su pasión y muerte. Los signos identifican al Mesías.
Segunda: "Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras". Es la misma catequesis que empleó con los discípulos que se alejaban de Jerusalén camino de Emaús. Jesús habla de él y de las Escrituras, proporcionando las claves para interpretar correctamente el sentido de la muerte y resurrección del Mesías y la extensión universal del perdón.
Era necesario rehacer los esquemas mentales que tenían los discípulos sobre las expectativas mesiánicas; era necesario confirmar el cumplimiento de la promesa al estilo de Dios, no de los humanos, Los discípulos cambian de estado de ánimo y de mente: del miedo pasan al asombro, y del asombro a la alegría; la mente se les ilumina para entender lo que antes no entendían respecto a Jesús en la Escritura. Abierta su inteligencia para comprender las Escritura, los envía a predicar la conversión y el perdón de los pecados.
El Resucitado nos envía también a nosotros para anunciar al mundo entero el gozo de la vida en Cristo: su vida y su historia nos han afectado profundamente. No podemos vivir la fe en Dios a nuestra manera; debemos seguir su ejemplo. Hoy nos pide que seamos sus testigos en medio del mundo. Nos pide que seamos testigos de la paz verdadera, y de la paz que da el mundo que sólo aparece en los papeles y en el trato de cortesía. Nos pide que seamos testigos del perdón, porque él mismo nos ha dado el ejemplo del perdón al no deshacerse de sus discípulos que lo abandonaron y negaron en su hora de agonía. Sigue contando con ellos. Nos pide que seamos testigos del amor dondequiera que esté ausente este gran valor humano y cristiano.
Queridos hermanos y hermanas, quienes participan en la Eucaristía, deben dar testimonio de Jesús resucitado en un mundo hostil que rechaza los signos religiosos, la conversión y el perdón de los pecados. Los testigos son personas que han resucitado con Cristo. Amén.

CATEQUESIS DOMINICAL

II DOMINGO DE PASCUA. Ciclo B.
EL RESUCITADO ENTRE LOS SUYOS
Ideas principales de las lecturas de este domingo:

  • 1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 2,32-35: La vida compartida de la primen comunidad. La resurrección de Jesucristo ha cambiado la vida de sus discípulos. Se preocupan ahora de crear comunión entre ellos y de ser testigos autorizados para anunciar el mensaje de Cristo, su Maestro. Comparten entre sí los bienes y anuncian el Evangelio no como una doctrina teórica, sino de su experiencia vivida.
  • 2ª Lectura: 1 Juan 5,1-6: Las exigencias de ser hijo de Dios. El ser hijo de Dios es un don y exige entrar en la dinámica del amo] de Dios manifestado en Jesucristo. El que cree debe amar a Dios, de modo que su amor a Dios se muestre también a sus hermanos, 
  • Evangelio: Juan 20.19-31: Los discípulos del primer día, del octavo y del día siguiente. Los discípulos gozaron de dos singulares experiencias con el Resucitado. En la primera aparición. Cristo les confía la misión de perdonar los pecados; en la segunda, el discípulo del octavo día, Tomás, confiesa abiertamente la resurrección del Señor porque ha visto y ha creído. Los discípulos del día siguiente, nosotros, creemos sin haber visto.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Hoy celebramos el II Domingo de Pascua, la Octava de la Pascua, seguimos celebrando la Pascua durante 50 días -siete semanas-, hasta Pentecostés. Pero la Pascua no termina, aunque los acentos sean de distinta intensidad. La liturgia nos ofrecerá durante este tiempo, manifestaciones, palabras y signos de Jesús. También nos hablará de la experiencia de fe de los discípulos del Señor y de la vida de las primeras comunidades cristianas.
Hoy celebramos también el Domingo de la Misericordia, porque los mensajes nos hablan de la gran misericordia divina, que perdona y que instituye el sacramento del perdón, y por otras circunstancias histórico-eclesiales, relacionadas con Sta. Faustina y Juan Pablo II. La fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: “Dios es Misericordioso y nos ama a todos... y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia" (Diario 723). En este mensaje, que el Nuestro Señor nos ha hecho llegar por medio de Santa Faustina, se nos pide que tengamos plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y oraciones... (Diario 742).
Las lecturas de hoy nos hablan del poder transformador de la fe pascual. La primera lectura, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, nos relata la vida de los primeros cristianos que sigue siendo modelo a imitar pan los cristianos de nuestro tiempo. Ellos vivían "como hermanos"; eran constantes en escuchar las enseñanzas de los apóstoles, compartían los bienes y muchas experiencias de la vida (formaban una piña entre ellos), se juntaban para celebrar la Eucaristía semanal y receban en común. Estos primeros hermanos nuestros, tal vez, querían vivir las exigencias "de los hijos de Dios" corno decía segunda lectura tomada de la primera carta de Juan: “el ser hijo de Dios es un don y exige entrar en la dinámica del amor de Dios manifestado en Jesucristo. El que cree debe amar a Dios, de modo que su amor a Dios se muestre también a sus hermanos“. Precisamente, ese estilo de vida nunca visto hasta entonces, impresionó a todo el pueblo. Había sido una auténtica experiencia transformadora ± la vida muchos creyentes.
El evangelio nos recuerda que la fe en el Cristo resucitado es capaz de hacer que el grupo de los discípulos, cerrados sobre sí mismo por miedo (a los judíos), al ridículo y la hostilidad circundante se transforme, por l fuerza del Espíritu, en una comunidad misionera. Es verdad que los discípulos estaban acobardados, muertos d miedo, pensando en la muerte de su Señor, como los muchos miedos que tenemos nosotros hoy para cree] firmemente al Señor. Pero Jesús viene a su encuentro; toma la iniciativa de ir hasta donde estaban y se planta en medio de ellos, como un sol, y los discípulos se llenaron de alegría, se emocionaban. Efectivamente, Jesús sabe que ellos necesitaban de su presencia para recobrar el ánimo y la valentía en ese momento de incertidumbre en que se encontraban.
Para ello, Jesús, resucitado les ofreció sus dones más esperados y más necesitados para superarlo todo: la paz para que se tranquilicen y sean dueños de sí mismos; la fe para que dejen de dudar y se adhieran a El (por eso, le enseña las señales de los clavos); el perdón de los pecados para que venzan cualquier tipo de mal, manifestado en odios, venganzas, resentimientos...; y el gozo de saber y experimentar que El vive en los que creen sin haber visto.
Queridos hermanos y hermanas, también hoy el Resucitado entra en nuestras casas y en nuestros corazones aunque a veces las puertas están cerradas. Entra donando estos mismos dones, es decir, la alegría y la
paz, la vid y la esperanza, dones que necesitarnos para nuestro renacimiento humano y espiritual. Sólo él puede quita piedras que ponemos sobre nuestros propios comportamientos; piedras que sellan la muerte: divisiones enemistades, rencores, envidias, desconfianzas, indiferencias. Sólo él, el Viviente, puede dar sentido a la existencia y dar esperanza y firmeza a] desesperado. Amén.

lunes, 6 de abril de 2015

CATEQUESIS DOMINICAL

DOMINGO DE PASCUA
¡RESUCITÓ EL SEÑOR, ALELUYA!
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Hechos 10, 34a.37-43. Testigos de la resurrección. Pedro sintetiza en su discurso lo que la Iglesia cree. Además afirma su experiencia personal y la de los otros discípulos, pues han comido y bebido con el Resucitado. Ellos dan testimonio y lo anuncian al pueblo.
  • 2ª Lectura: Colosenses 3, 1-4. Cuando se buscan los bienes de arriba es Pascua. Pablo, prisionero en Roma, escribe a los colosenses sobre los frutos de la resurrección y de la llamada a participar en el misterio de Cristo. Establece la conexión entre el misterio pascual, el bautismo y nuestras actitudes. La Pascua de Cristo es el fundamento de nuestra fe y hace posible que nuestros ojos busquen los bienes de arriba.
  • Evangelio: Juan 20, 1-9. Cristo ha resucitado y el sepulcro está vacío. María Magdalena va al amanecer al sepulcro y encuentra el sepulcro vacío.Se alarma y alarma a los discípulos. Pedro y Juan corren al sepulcro; ven y creen.El evangelista advierte que hasta entonces no habían entendido la Escritura, es decir, que no habían comprendido el alcance del misterio de la resurrección.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Es una alegría para todos los cristianos, para todos nosotros poder escuchar este anuncio: ¡Cristo ha resucitado! Quisiera que este anuncio se proclamara en todas las casas, en todas las familias, especialmente allí donde hay más sufrimiento: hospitales, cárceles, países en guerra y donde el terrorismo hostiga a las personas.
Quisiera que este anuncio llegara sobre todo al corazón de cada uno de vosotros, porque es allí donde Dios quiere sembrar esta Buena Noticia: Jesús ha resucitado, hay esperanza para todos, ya no estamos bajo el dominio del pecado, del mal. Ha vencido el amor, ha triunfado la misericordia. La misericordia de Dios siempre vence.
También nosotros, como las mujeres de Jesús que fueron al sepulcro y lo encontraron vacío, podemos preguntarnos que sentido tiene este evento. ¿qué significa que Jesús ha resucitado? Significa que el amor de Dios es mas fuerte que el mal y la muerte misma, significa que el amor de Dios puede transformar nuestras vidas y hacer florecer esas zonas de desierto que hay en nuestro corazón. Y esto lo puede hacer el amor de Dios.
Este mismo amor por el que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, y ha ido hasta el final por la senda de la humildad y de la entrega de sí, hasta descender a los infiernos, al abismo de la separación de Dios, este mismo amor misericordioso ha inundado de luz el cuerpo muerto de Jesús, y lo ha transfigurado, lo ha hecho pasar a la vida eterna. Jesús no ha vuelto a su vida anterior, a la vida terrenal, sino que ha entrado en la vida gloriosa de Dios y ha entrado en ella con nuestra humanidad, nos ha abierto a un futuro de esperanza.
La Pascua es también el éxodo, el paso del hombre de la esclavitud del pecado, del mal, a la libertad del amor y la bondad. Porque Dios es vida, sólo vida, y su gloria somos nosotros, como decía san Ireneo.
Queridos hermanos y hermanas, Cristo murió y resucitó una vez para siempre y por todos, pero el poder de la resurrección, este paso de la esclavitud del mal a la libertad del bien, debe ponerse en práctica en todos los tiempos, en los momentos concretos de nuestra vida, en nuestra vida cotidiana.
Hoy os invito a acoger la gracia de la Resurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejémonos amar por Jesús, dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras vidas, y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar la creación y hacer florecer la justicia y la paz.
Queridos hermanos y hermanas, para terminar, os dirijo la invitación del Salmo: "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia, / Diga la casa de Israel: Eterna es su misericordia". Pidamos a Jesús resucitado, que transforme la muerte en vida, que cambie el odio en amor, la venganza en perdón, la guerra en paz. Amén.

lunes, 23 de marzo de 2015

CATEQUESIS DOMINICAL

V DOMINGO DE CUARESMA.
LA MUERTE, PRINCIPIO DE VIDA


Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • Primera lectura: Jeremías 31, 31-34. Una alianza nueva escrita en el corazón. El Señor se dirige a los supervivientes de Israel anunciando una nueva alianza por medio del profeta Jeremías. La nueva alianza nos se escribirá en tablas de piedra, sino en el corazón de cada hombre.
  • Salmo: Oh Dios, crea en mí un corazón nuevo. Salmo 50,3-4.12-13.14-15.
  • Segunda lectura: Hebreos 5, 7-9. Cristo, sacerdote y salvador. La carta a los Hebreos presenta el misterio del sacerdocio de Cristo. Ejerce su sacerdocio cuando hora, sufre y obedece hasta la muerte, y así se convierte en el autor de la redención. La salvación solo es eficaz para quienes la acogen con actitud obediente.
  • Evangelio: Juan 12, 20-33. El grano de trigo. La muerte es contemplada en su dimensión de fecundidad. El grano de trigo debe morir para que germine y dé fruto. El que no muere no germina para la vida eterna. El que muere imita a Cristo y resucita con él.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Hemos escuchado en la primera lectura cómo el profeta Jeremías, después de haber sufrido por la ruina de su pueblo, Israel, con el destierro a Babilonia, ahora de parte de Dios, anuncia, por primera vez en todo el Antiguo Testamento, una Nueva Alianza. «Mirad que llegan días en que haré con la casa de Israel y la cada de Judá una alianza Nueva». Dios sigue fiel a su promesa y a su Alianza: «Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo». A pesar de la dureza del corazón de su pueblo, Dios no le abandona. Por sus profetas le va conduciendo, le va exhortando a la conversión.
La Alianza que anuncia Jeremías será más perfecta, más interior. No quedará grabada, como la de Moisés, en unas tablas de piedra: «Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones». «Todos me conocerán, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados».Hemos cantado en el salmo: «Oh, Dios, crea en mi un corazón nuevo». La Alianza como el amor y la amistad, no se quedan en gestos exteriores, sino que piden una actitud interior.
Lo que el profeta Jeremías intuyó desde la penumbra del Antiguo Testamento, nosotros lo vemos ya cumplido plenamente en Cristo Jesús. La Nueva Alianza la selló él con su sangre en la cruz. 
Las lecturas de hoy nos dicen lo que le costó. Sería una falsa imagen de Jesús el imaginarlo como un superhombre, impasible, estoico, por encima de todo sentimiento de dolor o de miedo, de duda o de crisis. Juan, en el evangelio, nos ha dicho cómo Jesús, instintivamente, pedía a Dios que le librara de la muerte, aunque luego él mismo recapacitó y pidió que se cumpliera la voluntad del Padre. Y en la Carta a los Hebreos hemos leído detalles que no constan en el evangelio: Cristo, ante la muerte, pidió ser librado de ella con lágrimas y gritos.
Tenemos un mediador, un Pontífice, que no es extraño a nuestra historia, que sabe comprender nuestros peores momentos y nuestras experiencias de dolor, de duda y de fatiga. Lo ha experimentado en su propia carne. Y así es como ha realizado entre Dios y la humanidad la definitiva Alianza. 
Pero todo esto no es la última palabra. Este amor total hasta la muerte tiene un sentido positivo. 
El mismo Jesús nos ha presentado una imagen muy expresiva: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto». Ese es el camino de la salvación que Cristo nos ha conseguido. Como es el camino de todas las cosas que valen la pena. 
Contemplamos esta figura de Cristo caminando hacia su cruz y dispongámonos a incorporarnos también nosotros al mismo movimiento de su Pascua: muerte y vida, renuncia y novedad. 
Nos ha dicho: «El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor. El que se ama a sí mismo, se pierde». Celebrar la Pascua supone renunciar a lo viejo y abrazar con decisión lo nuevo. La novedad de vida que Cristo nos quiere comunicar. 
Esto supone lucha. Esto comporta muchas veces dolor, sacrificio, conversión de caminos que no son pascuales, que no son conformes a la Alianza con Dios. El mejor fruto de la Pascua es que nuestra fe, tanto a nivel personal como comunitario, se haga más profunda y convencida, y que cambie el estilo de nuestra vida. 
El sacerdote sabe comprender nuestros peores momentos y nuestras experiencias de dolor, de dudas, de fatigas, de cansancio… Hace unos días celebrábamos la fiesta de san José, patrono de los seminarios diocesanos. Y pedíamos sacerdotes que después de haber escuchado la Palabra de Dios, de haberse dejado llenar de ella, salga a los caminos para ofrecer el bálsamo del amor, de la gracia, del perdón. No se puede hacer vivir a otros si no estoy dispuesto a “des-vivirme” por los otros. La vida humana es fruto del amor y brota en la medida en que nos entregamos. Pero tenemos que añadir también que el amor nos hace vulnerables; amar incluye sufrimiento, porque quien no ama ni pena ni muere. 
Teresa de Jesús sabe de cruz. No estuvo ausente en su vida; más aún, pudo decir: «En la cruz está la vida, y el consuelo y ella sola es el camino para llegar al cielo». 
Cuando hoy escuchemos en la eucaristía lo que el sacerdote dice del cáliz de vino: «Este es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la Alianza nueva y eterna», recordemos lo que anunciaba Jeremías, y que se ha consumado en la cruz de Cristo. De esa Alianza participamos cada vez que acudimos a comulgar. La eucaristía es cada vez una Pascua concentrada: Cristo mismo ha querido en ella hacernos partícipes de toda la fuerza salvadora de su entrega en la cruz.

lunes, 16 de marzo de 2015

CATEQUESIS DOMINICAL

IV DOMINGO DE CUARESMA
DOS LIBERTADORES

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Crónicas 36, 14-16. 19-23: Exilio y regreso. El destierro de Israel en Babilonia es una consecuencia de sus infidelidades; se había contaminado con las costumbres gentiles y había abandonado la alianza. La consecuencia fue la destrucción y el exilio del pueblo de Dios. Pasado el tiempo de la purificación de sus pecados en el exilio, Ciro, rey de Persia, le concede a los israelitas volver a su patria. Ciro es considerado como el salvador de Israel. El pueblo de Dios construye Jerusalén y el templo. Ciro fue instrumento de Dios para liberar a su pueblo de la esclavitud.
  • 2ª Lectura: Efesios 2, 4-10: La gracia nos salva. Todo es gracia; todo es don. La historia de Israel, como la nuestra, se describe entre la muerte y la vida, las tinieblas y la luz. Nosotros hemos muerto a nuestros pecados y hemos revivido por el gran amor del Señor. Nuestra condición de salvados es obra de Dios.
  • Evangelio: Juan 3 14-21: La cruz alzada en la cumbre del mundo. Moisés levantó en el desierto un estandarte con la figura de la serpiente para que quien lo mirase se curara de la picadura de la serpiente. El Hijo del hombre ha sido elevado en el estandarte de la cruz para curar la picadura del pecado. Dios ha amado al hombre hasta enviar a su hijo al mundo para que clavado en la cruz salvara a todos.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Cuando la Palabra de Dios rompe nuestros esquemas mentales previos, todos tratamos de defendernos ante ella; y a menudo montamos defensas, por ejemplo, buscando “interpretaciones” que la desactiven y de este modo nos faciliten poder “olvidarla”.
Posiblemente una de las afirmaciones de Jesús que más rompe esos esquemas mentales nuestros es la que acabamos de escuchar en el evangelio que hoy ha sido proclamado: “Tanto amó Dios al mundo que (le) entregó a su Hijo único”. La afirmación es absolutamente clara; sin embargo, los que ya tenemos algunos años recordamos muy bien lo que nos decía el catecismo de Ripalda: “Los enemigos del alma son tres: mundo, demonio y carne”.
Las conclusiones que habíamos de extraer eran claras como estás: El “mundo” es “malo” y “enemigo del alma” por encima y por delante del “demonio”. Por ello todo buen cristiano, en la medida de sus posibilidades, debe cortar su relación con él. El prototipo de cristiano, consecuentemente, es aquél cuya ruptura con este “enemigo del alma” es total: monjes y monjas de clausura.
Este convencimiento caló profundamente en todos los cristianos, quienes, lógicamente, extrajeron sus conclusiones. Así, para los grupos más conservadores la “huida del mundo” pasó a ser la gran opción cristiana, y para los demás progresistas el fustigamiento constante de este “mundo” también pasó a ser considerado como la misión al que su ser cristiano los llamaba. Había, pues, que salvar al “mundo”, pero “desde fuera” y sin “mancharse las manos”.

No parece fácil casar estas posturas con las palabras de Jesús que acabamos de escuchar, ya que él nos ha hablado de un Dios desconcertante y bueno, que nos regala a su Hijo único y no para condenar al mundo, sino para salvarlo. Un Dios que nos salva gratuitamente, por tanto, como dice la Escritura, “la salvación no se debe a vosotros”, “es un don de Dios”, “por pura gracia estáis salvados”. Y además un Dios tan extraño que no hace esto “desde lejos”, sin “mancharse las manos”, sino que a su propio Hijo “lo hizo pecado por nosotros”.
Ante este modo de ser divino, se plantea un interrogante fundamental: ¿cómo poder ser testigos fiables y creíbles de un Dios tan absolutamente extraño y desconcertante? Quizá de este modo:
  • Asumiendo lo que nos decían los Padres de la Iglesia: “No está salvado lo que no ha sido asumido”. Y lo que nos dice ES, 62: “Desde fuera no se salva al mundo”.
  • Simpatizando con él, sin duda que de un modo crítico; pero sin permitir jamás que dejen de “conmovérsenos las entrañas” con y ante él.
  • “Sabiendo”, no sólo “conociendo”, que no hemos venido a ser agentes de condenación, sino de salvación.
No olvidemos que “el mundo” no es sólo el gran espacio donde vivimos nuestra historia, sino también nuestra propia historia; una historia donde Dios se nos manifiesta y donde lo podemos encontrar, pues, “extra mundum nulla salus” (fuera del mundo no hay salvación). Como decía la primera lectura: “Quien de vosotros pertenezca al pueblo de ese Dios, ¡sea su Dios con él y suba” a ser su testigo en medio de los hombres de este mundo nuestro! Amén.

lunes, 9 de marzo de 2015

CATEQUESIS DOMINICAL

III DOMINGO DE CUARESMA. CICLO B.
LA LEY, EL TEMPLO Y LA SABIDURÍA DE DIOS

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Éxodo 20,1-17: La ley del Sinaí. Israel considera la ley como un instrumento que garantiza la estructuración social, defiende a los indefensos y favorece la vida común de la comunidad. Por eso la ley es un regalo de la alianza y un acontecimiento salvífico. 
  • Salmo 18: Señor, tú tienes palabras de vida eterna. 
  • 2ª Lectura: I Corintios 1,22-25: Cristo, sabiduría de Dios. Mientras los fariseos ponen su seguridad en la observancia de la ley y los griegos en la sabiduría, Pablo afirma que la salvación está en Cristo crucificado. La cruz de Cristo se revela como la esencia del mensaje cristiano. En el bautismo se hace el signo de la cruz en la frente del candidato, signo que significa que, a partir de aquel momento, el candidato pertenece a Cristo. 
  • Evangelio: Juan 2,13-25: El nuevo templo. Hoy el evangelio nos presenta a Jesús indignado y apasionado por la casa de Dios. No es un relato de una página de sucesos; es un gesto profético. El templo de Jerusalén tenía demasiada carga histórica, simbólica y religiosa. Jesús anuncia y proclama la nueva economía de la salvación. Las palabras de Jesús fueron comprendidas posteriormente. Jesús resucitado será el templo en el que se celebrará el nuevo culto en espíritu y en verdad. 
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Muchas veces habremos preguntado acerca de qué es lo que nos configura como cristianos; y en esas ocasiones tal vez hayamos recordado respuestas muy comunes hace ya algunos años; respuestas como éstas: “Sí, yo soy un buen cristiano, pues ni mato ni robo ni hago el mal a nadie”; “Sí, yo soy un buen cristiano porque ayudo a los demás y cumplo todos los mandamientos”…
Son respuestas éticas en perfecta consonancia con el mensaje transmitido durante generaciones a través de los catecismos, de las predicaciones…; pero, si las pensamos detenidamente, podemos concluir cosas bastantes distintas a la identidad cristiana; ya que el hecho de que no matemos ni robemos ni hagamos el mal al prójimo lo que nos dice es que somos buenas personas, lo que no se identifica con el ser cristiano, pues, afortunadamente, es mucho mayor el número de “buenas personas” que el de cristiano. El cumplir los mandamientos (muy anteriores al hecho cristiano) define más bien a un buen judío, un buen musulmán, o un ateo que, hoy cumple estrictamente los mandamientos o sigue rectamente la voz de su conciencia. Pero ¿son por ello cristianos? Evidentemente, no.
El texto del Evangelio que acabamos de escuchar recoge una escena insólita en la vida de Jesús: “pega a los mercaderes en el Templo”. Jesús se enfurece porque la Casa de su Padre corre el peligro de perder su verdadera función: lugar del encuentro con Dios y lugar de oración. Por eso, a partir de entonces, “él hablará del Templo de su propio cuerpo”. Es decir, en adelante el espacio privilegiado del encuentro de Dios con los hombres no será el templo material, sino la persona de propia persona. Él nos presenta ahora los mandamientos en la versión de las Bienaventuranzas. Este nuevo planteamiento de Jesús nos cambia el paradigma de lo cristiano. Nos preguntamos: ¿Cómo puede iluminar esta nueva situación nuestra vida? Tal vez, si volvamos a retomar la pregunta del principio, clarificándonos qué significa ser cristiano; y haciéndolo, quizá, de este modo:
“Ser cristiano” pasa necesariamente por acoger a Jesús como:
  • La Buena Noticia. 
  • El espacio privilegiado del encuentro de Dios con los hombres y de éstos con Dios. 
  • El Señor de la historia y de nuestra historia. 
“Ser cristiano” consiguientemente, no se identifica con “cumplir los mandamientos”, sino que más bien pasa por vivir las Bienaventuranzas.
  • Pero no desde la justicia, desde la legalidad y las normas. 
  • Sino desde un paso más allá (nunca más acá): desde la eternidad. 
“Ser cristiano” pasa por situarnos entre y ante los demás como el Señor quien nunca compra nuestra libertad, sino que no la respeta y se sitúa entre nosotros “como el que sirve” (Lc 22,27). Aquí encontramos la clave fundamental del ser, del saber y del sentir cristiano. Esta esencia es la que resulta un escándalo para los judíos (los que van con la ley por delante) y una necedad para los griegos (los que presumen de su sabiduría). Tal vez vaya por aquí eso de “ser cristiano”; quizá sea lo que, agradecidos, en cada eucaristía y cada domingo celebramos. Hemos de volver a Jesucristo como único Salvador, el Templo nuevo, que nos dé la fuerza del Espíritu, para vivir la fe en lo alto y en medio de la vida. Amén.

martes, 3 de marzo de 2015

CATEQUESIS DOMINICAL

II Domingo de Cuaresma. Ciclo B.
TRES MONTES: MORIA, TABOR Y CALVARIO

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Génesis 22,1-2.9-13.15-18: El monte Moria. La historia de Abrahán es impresionante. Cree en las promesas de Dios, que le prometió una tierra, un pueblo y un hijo. Ahora Dios le pide que sacrifique a su hijo. Abrahán cree y obedece. Se pone en camino hacia el monte en compañía de su hijo. Abrahán confía en Dios y espera que cumpla su promesa.
  • Salmo: Caminaré en presencia del Señor.
  • 2ª Lectura: Romanos 8,31b-34: El Calvario. La muerte y resurrección de Cristo, contenido central del mensaje cristiano, es también el contenido de la segunda lectura del presente domingo. La muerte solidaria del Hijo de Dios constituye el fundamento de los bienes salvífico. Pablo dice que Dios está con los creyentes y formula una serie de interrogantes sobre la obra de Dios.
  • Evangelio: Marcos 9,2-10: El monte Tabor. Los tres discípulos contemplan ante la incredulidad de sus ojos una inédita dimensión oculta de Jesús. Él brilla y resplandece con todo resplandor. Ante el misterio incomprensible deben guardar silencio y reciben el mandato imperativo de “escuchadle”. 
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El camino cuaresmal hacia la Pascua es un camino que las lecturas de este segundo domingo de Cuaresma nos presenta como un gran símbolo de toda nuestra vida creyente. Hoy, a través de estas lecturas, la liturgia ha resaltado dos dimensiones fundamentales de este camino, de esta vida creyente nuestra. Por un lado, ha acentuado su dificultad, su oscuridad: el durísimo camino de Abraham e Isaac, el del Hijo, el de Pedro (“no sabía lo que decía”). El camino de nuestra vida es, en ocasiones, arduo y fatigoso. Las soledades, las ausencias, los achaques, las enfermedades, los sufrimientos de la vida y de sus injusticias nos lo hacen a veces insufrible. Por otro lado, la necesidad de seguir avanzando, aun cuando parezca que no hay futuro; pues “Dios está con nosotros”, todo va a terminar en la resurrección: la vida va a triunfar sobre la muerte.
El vivir no es fácil, tenemos que realizar este camino acompañado, pero en soledad, asumiendo riesgos, dificultades, etc. Pero la narración de la Transfiguración nos ofrece un anuncio de esperanza para todos en este camino. El camino es posible recorrerlo, y al término nos espera la sorpresa de la victoria. Pero todos, a menudo, olvidamos esto último y nos preguntamos una y otra vez: ¿por qué mantener la esperanza en este caminar, en el que casi ni vemos ni entendemos? Y nos sentimos viviendo la misma experiencia que Abraham, a quien antes le habían arrebatado su pasado (“sal de tu tierra…”) y ahora parece que le van a privar de su futuro (“ofréceme en sacrificio a tu hijo, al único, al que amas, a Isaac”); igualmente Pedro, quien no entiende nada de lo que le acontece (“no sabía lo que decía”), por muy importante que pueda parecer la experiencia que está viviendo.
En definitiva, son momentos, experiencias vitales, de desarraigo, de pérdida de futuro, de miedo de desconcierto… que todos, con mayor o menor frecuencia, hemos vivido y que a veces resumimos en y con una sola frase: “Se ha hecho de noche”. Pero en medio de esa experiencia de noche, el Señor suele aparecer envuelto en una luz brillante. Y su luz nos resplandece, evidentemente, a nosotros, y entonces gritamos como los Apóstoles: “Maestro, ¡qué bien se está aquí!”; son los momentos en los que, “por pura gracia”, sentimos cerca al Dios que se nos ha hecho infinitamente cercano en Jesús, al Dios que está a favor nuestro (segunda lectura).
Queridos hermanos, todos necesitamos estos momentos de Tabor, momentos intensos de presencia de Dios, en los que llegamos a recuperar la esperanza porque hemos experimentado el amor y hemos visto y palpado al Dios de la vida, al Dios de las promesas, al Dios del futuro. La transfiguración es luz para el camino, es luz para la esperanza: “En las tinieblas brilló una luz”. El Dios tiniebla total se vuelve presencia luminosa. Es cierto que, como nos ha dicho el evangelio, no son situaciones para quedarnos detenidos en ellas; es cierto que pasan de un modo más o menos rápido y que, al final, “no vemos a nadie más que a Jesús solo” con nosotros; pero siempre esas experiencias quedan en nuestro “recuerdo” y nos sirven de contrapeso de otras en las que únicamente experimentamos la presencia opresiva de la noche. Amén.


domingo, 22 de febrero de 2015

CATEQUESIS DOMINICAL

I DOMINGO DE CUARESMA. CICLO B.
CONVERSIÓN Y CREENCIA

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Génesis 9, 8-15: Una nueva etapa histórica. Dios puso en las manos del hombre la creación perfecta, sin embargo, los pecados de los hombres provocaron el diluvio y la destrucción de la vida sobre la tierra. Dios, sin embargo, después del diluvio, hace germinar la vida y establece una alianza con el hombre. El sol y la alegría vuelven a resurgir sobre la tierra.
  • Salmo: Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza.
  • 2ª Lectura: I Pedro 3, 18-22: El bautismo nos salva en Cristo Jesús. El hombre está llamado a la conversión. Solamente la gracia comunicada por el bautismo puede obrar la transformación interior que nos hace “hombres nuevos” en Cristo. El arca de Noé, es signo y figura de los que se salvan por las aguas bautismales.
  • Evangelio: Marcos 1, 12-15: Tiempo de desierto y de misión. Para Israel el desierto fue un lugar de prueba, de experiencia y de encuentro con Dios. Para Jesús el desierto fue también un lugar prueba, de experiencia y de encuentro con Dios, su Padre. Una vez que Jesús superó la tentación en el desierto, comienza su misión de proclamar la buena Noticia del Reino e invita a la conversión y a creer en el Evangelio.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Hemos comenzado el camino cuaresmal hacia la Pascua. Nos  ponemos en camino para encontrar el sentido de nuestro vivir, para volver a las fuentes de nuestro ser que nos permita vivir en armonía con nosotros mismos, con Dios y con los otros hermanos. Como nos relata la primera lectura, nosotros, igual que Adán y Eva, hemos perdido el rumbo de nuestro vivir, hemos extraviado el camino por sonde debíamos avanzar para poder sentirnos llenos y en plenitud en nuestra vida.
En este tiempo de gracia el Espíritu quiere empujarnos, como a Jesús, a un espacio donde podamos mirarnos interiormente, alimentarnos con su Palabra y fortalecer nuestro ser. La actitud inteligente consiste en “dejarnos conducir por él”. Para ser discípulos de Jesús debemos seguirlo incondicionalmente hacia el desierto, lugar de silencio, de discernimiento, de elección entre modos de diferentes de vivir.
El relato del Evangelio de este primer Domingo de Cuaresma es un poco desconcertante, ya que nos habla de los cuarenta días que pasó Jesús, el Hijo de Dios, en el desierto siendo tentado por el diablo. Aquí no se trata de una metáfora o una manera de interpretar la vida de Jesús. Es la realidad de su vida, de su vida en cuanto hombre perfecto. “Cuarenta días” representan toda nuestra existencia cometida constantemente a la tentación. “Desierto”, como el lugar del encuentro con Dios (y con los dioses falsos); el lugar en el que necesariamente hemos de elegir. “Tentación”: la posibilidad de elegir entre dos formas de llevar a cabo nuestro proyecto de vida.
Queridos hermanos y hermanas, no hay que asustarse porque suframos tentaciones. Más bien, al contrario, hay que valorarlas positivamente como un elemento de crecimiento personal. Las tentaciones nos llevan a luchar, a purificarnos, a ser humildes reconociendo que sólo la gracia de Dios nos libra de modo duradero de nuestra inclinación natural al mal. La gran tentación que sufrió es Jesús en desierto es la de elegir entre el bien o el mal; entre una existencia agraciada o una existencia desgraciada; entre la vida con Dios o la vida sin Dios. Y ésta es la tentación de todo hombre.
Se trata de una elección entre los deseos de Dios y los deseos que nacen del mal. El mal, presente en el mundo, actúa, incita, provoca, seduce, atrae: la tentación. El mal es una realidad dinámica, empuja a vivir según él. Es una llamada que no cesa. Pero contra esa llamada el cristiano debe elegir y escuchar siempre la voz de Dios y alimentarse de todo palabra que sale de la boca de Dios. Amén.

miércoles, 18 de febrero de 2015

CATEQUESIS DOMINICAL

MIÉRCOLES DE CENIZA. 2015
LEVANTARSE Y PONERSE EN CAMINO HACIA LA PASCUA

Ideas principales de las lecturas de este domingo
  • 1ª Lectura. Joel 2,12-18: Joel exhorta al pueblo a volver a Dios. El profeta se apoya en una desgracia natural para advertir que el día del Señor puede ser una desgracia mayor; por eso exhorta al pueblo a la conversión profunda al Dios vivo. Contempla los campos arrasados y observa la pérdida de la cosecha. El profeta describe la conversión como una liturgia penitencial en la que participa todo el pueblo de Dios. Joel ha experimentado el perdón de Dios y transmite al pueblo lo que él ha experimentado. Convertirse es volver a Dios con ánimo firme y sincero.
  • Salmo. Misericordia, Señor; hemos pecado.
  • 2ª Lectura. II Corintios 5,20-6,2: Exhortación a la reconciliación. Pablo recomienda la reconciliación con Dios: convertirse significa volver a Dios de todo corazón por medio de Jesucristo. Invita, además, a considerar la brevedad de la vida como un tiempo favorable a la gracia y a la salvación. La reconciliación crea un nuevo estilo de vida.
  • Evangelio: Mateo 6,1-6.16-18: La conversión consiste en un nuevo estilo de vida. Jesús menciona las prácticas religiosas de su tiempo. No las critica en sí, sino cómo se practican. La limosna es expresión de sincera caridad. La oración es imprescindible para el discípulo de Jesús. El ayuno exterioriza la conversión a Dios y va acompañado de fiesta y alegría.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Hace escasos días, hemos celebrado los carnavales; ha habido mucha fiesta, mucho colorido y buen humor. Y ahora, sin apenas recuperarnos y reaccionar, nos encontramos inmersos en el “Miércoles de Ceniza”, celebración que marca el comienzo del tiempo de “Cuaresma”.
La Cuaresma siempre ha sido presenta o se ha hablado de ella como un tiempo de “luto”, tiempo de poner un rostro triste y serio. Esta presentación de la Cuaresma da a entender que, con ella, se acabaron las fiestas, el colorido y el buen humor; se acabó la alegría. Y de repente, nos invitan a la “conversión”. ¿Convertirnos para perder la alegría y la fiesta?, preguntarían algunos y con razón. Esa manera de entender la Cuaresma y el mensaje de la conversión que acabamos de escuchar no tiene nada que ver con esta celebración.
Tal vez, la excesiva alegría nos hace perder la conciencia de nosotros mismos. De ahí que la verdadera conversión tendría que invitarnos a preguntar: ¿dónde estoy? ¿qué hago yo aquí? ¿quién soy yo ahora? Las lecturas de la liturgia de este día nos ayudan a descubrir esa verdadera conversión.
Ante todo, la conversión significa “dejar de ser otro a mí mismo”; por lo que, en este sentido, convertirse significa y pasa por intentar de nuevo ser uno mismo, vivir reconciliados con nosotros mismos, y así crecer como personas. En este Miércoles de Ceniza, en esta Cuaresma una vez más, se nos invita a ser sinceros, de verdad, con nosotros mismos; mirarnos sin miedo y aceptar nuestra debilidad, e iniciar un proceso de crecimiento que nos permita realizar el sueño de Dios sobre nosotros. Co esta explicación, ya sabemos que la conversión no tiene por qué conducirnos a la tristeza, sino que se trata de la conversión a Dios.
Nos convertimos a un Dios que es, como acaban de decirnos las lecturas, “clemente y compasivo, tardo a la cólera y rico en amor; y se ablanda ante las desgracias” (primera lectura). A un Dios que, “por su inmensa ternura”, “borra nuestros delitos”, que nos “escucha” que es nuestro “Padre”. 
Queridos hermanos, la fórmula de imposición de la ceniza actual dice: “Conviértete y cree en el evangelio”. Se trata de creer en el evangelio de la misericordia de Dios, en el evangelio del perdón y de la salvación, en el evangelio de la gracia. Es este evangelio el que tiene que marcar las pautas de nuestra conversión a Dios. Amén.

martes, 17 de febrero de 2015

CATEQUESIS DOMINICAL

VI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO B
TOCAR LO INTOCABLE
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura. Levítico 13,1-2.44-46: Los excluidos de la vida y social. Israel consideraba la lepra como enfermedad contagiosa desde un punto sanitario y también como un castigo por el propio pecado. Los leprosos eran excluidos de la vida social y religiosa del pueblo. Si el enfermo se curva, debía ofrecer un sacrificio de expiación en el templo antes de incorporarse a la comunidad.
  • Salmo. Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación.
  • 2ª Lectura. I Corintios 10,31-11,1: No escandalizar. Concluye la sección en la que Pablo responde a los problemas concretos que se daban en el seno de la comunidad de Corinto. Pablo alude a su ejemplo personal en el seguimiento del ejemplo de Cristo y ofrece unos criterios de discernimiento para saber actuar en cada circunstancia.
  • Evangelio: Marcos 1,40-45: El leproso es curado e integrado a la comunidad. Jesús se compadece de la persona que sufre. En este caso es un leproso. El Maestro, prescindiendo de la ley, toca el cuerpo del enfermo sin temor a ser contaminado y lo cura de su enfermedad; lo rehabilita plenamente y lo reintegra en la sociedad.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El texto del evangelio que acabamos de escuchar nos ha presentado a un leproso, a una persona afectada por una enfermedad hoy día erradicada en muchas partes, sobre todo, en el mundo desarrollado. Pero si hiciéramos un esfuerzo y nos situásemos en aquel contexto,  descubriríamos en el leproso a:
  • “Un excluido de la salud”, a una persona enferma incurable; por ello decían los rabinos: “Tan difícil es curar a un leproso como resucitar a un muerto”.
  • “Un excluido religioso”, a una persona que no podía ir al templo; pues "tendrá su morada fuera del campamento”, decía la primera lectura.
  • “Un excluido social”, a una persona que, consecuentemente, ha de vivir al margen de los demás, a una persona que, con sus gritos, (“¡impuro, impuro!”) evitará su contacto con la gente: “ha de vivir solo”, nos ha dicho también la primera lectura.
Ésta era la suerte de estos enfermos, que tenían que digerir una ley discriminatoria muy a su pesar. Posiblemente esta legislación y esta práctica a nadie le gusta en la actualidad, y, de hecho, criticamos y rechazamos toda clase de discriminación cuando se trata de nosotros mismos. Sin embargo, en nuestra sociedad y en el mundo siguen existiendo exclusiones tan terribles como  las del tiempo de Jesús. Sigue habiendo personas a las que se exclusión, se aísla por su precaria salud (sida y ébola); los integrismos religiosos conducen hoy mismo a la exclusión religiosa; la xenofobia, el racismo y el fanatismo ideológico provocan la exclusión social; la pobreza y el hambre han aislado a una gran parte de la humanidad… Lo peor de estas situaciones de exclusión es que podemos acostumbrarnos a ellas y terminar por parecernos normales; o, al menos, inevitables.
Queridos hermanos y hermanas, como acabamos de ver, estas situaciones han existido siempre, pero también ha habido hombres y mujeres que no se han sentido indiferentes ante el sufrimiento del otro. Y en el evangelio de hoy tenemos el ejemplo más claro: surge Jesús, un hombre divino, nuevo, compasivo; un hombre un tanto extraño; pues no le importa levantarse y salir al encuentro de los demás; ni tampoco le asusta “extender la mano” y “tocar” al leproso, a pesar de que era prohibido por la Ley; su palabra y su mano abren los caminos a aquel que estaba excluido, a fin de que pueda reinsertarse en la comunidad social, religiosa y de la salud.
El ejemplo de Jesús invita a que también nosotros los cristianos, en cuanto que tenemos el Espíritu de Cristo, extendamos nuestra mano a los marginados de nuestra sociedad y nuestro mundo y les curemos las heridas provocadas por la incomprensión e injusticia, por la enfermedad y hambre, por el color o raza. El mundo necesita muchas manos extendidas, como las de Jesús, que sean portadoras de valores humanos y cristianos. Amén.

miércoles, 11 de febrero de 2015

CATEQUESIS DOMINICAL

V Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo B
PASÓ HACIENDO EL BIEN Y CURANDO A TODOS

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Job 7,1-4.6-7: La vida es un servicio y es frágil como un soplo. El libro de Job quiere responder al interrogante del sufrimiento y de la muerte del justo. Medita sobre la brevedad de la vida y la defiende como un servicio que está caracterizado por el esfuerzo y el sufrimiento. Discute con Dios y quiere una explicación, pues no acepta con facilidad las palabras de consolación de sus amigos. Forzado por su situación pone su confianza en Dios. 
  • Salmo: Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados. 
  • 2ª Lectura: I Corintios 9,16-19.22-23: La exigencia de la evangelización. Pablo anuncia el Evangelio haciéndose débil con los débiles y todo para todos; se muestra cercano para ganarlos para Cristo. Para él, su vocación de evangelizador no es elección suya, fue elegido en el camino de Damasco. Insiste en la gratuidad de su misión, no espera ninguna recompensa humana. La misión que ha recibido le hace libre. 
  • Evangelio: Marcos 1,29-39: Descripción de una jornada de Jesús. Por los datos del evangelio podemos descubrir las prioridades de Jesús. Emplea el tiempo en atender y curar a los enfermos. Está comprometido en liberar al hombre de las situaciones de dolor y de marginación. Se enfrenta al mal y vence a la enfermedad. Jesús no solo cura a los enfermos, sino que anuncia la buena noticia del Evangelio y ora a Dios Padre para llevar a término su misión. 
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Si nos paramos a recordar y reflexionar sobre lo que se dice del hombre hoy, sobre todo del hombre moderno, nos encontramos con frases como estas: “nunca el hombre ha llegado tan alto”, “nunca el hombre se ha sentido tan fuerte, nunca el hombre ha corrido tan rápido”, “nunca el hombre ha sabido tanto como ahora”. Evidentemente, estas frases evocan el “poderío” del ser humano. Sin embargo, este mismo hombre actual, un día cualquiera, se detiene un momento, se mira en el espejo y, quizás casi sin darse cuenta, comienza a formularse preguntas acerca, precisamente, de esa vida “tan alta”, “tan rápida”, “tan fuerte”, “tan sabia”. Y en ese mismo día el hombre, cualquiera de nosotros, comienza a descubrir en esa vida suya muchos puntos frágiles; comienza a experimentar su limitación, su finitud. Es lo mismo que experimenta Job, personaje que aparece en la primera lectura, al confesar: “Mi vida es un soplo”, “mis ojos no verán ya la dicha”. En el evangelio también encontramos ese tema de la limitación del hombre en la suegra de Pedro, enferma de fiebre. La fiebre significa, así, la debilidad humana.
Y, en ese mismo día, es posible que el hombre, cualquiera de nosotros, experimente con claridad que, cuando vive el peso de su fragilidad y de sus preguntas, siente la necesidad de encontrar el sentido en y para su vida. Ciertamente, la búsqueda del sentido de la vida no sólo exige respuesta a las preguntas que formulamos, sino que requiere encontrar a alguien que nos ayude y nos guíe para encontrar esa respuesta.
Hermanos y hermanas, el Evangelio de hoy continúa la temática del domingo pasado. Jesús sigue mostrando la autoridad de su enseñanza que combina las palabras con las obras. Hoy, devuelve la salud a la suegra de Pedro, es decir, se poner de parte del hombre débil, finito, limitado, del hombre que sufre en su cuerpo o en su alma, y quiere darle el verdadero sentido de la vida. Con un gesto sencillo, pero eficaz, cura a la mujer con fiebre. Ha venido al mundo a reconfortar a los débiles.
Una vez que nos hayamos encontrado con el Señor, y que haya llenado nuestra vida de sentido, del sentido que buscábamos, como le pasó a la suegra de Pedro y al mismo san Pablo, el paso siguiente es ponernos al servicio de los demás, que es la única manera cómo podemos glorificar a Dios. La suegra de Pedro, una vez recobrada la salud, “se puso a servirlos” y Pablo se pone al servicio del Evangelio: “¡Ay de mí, si no lo anuncio!”. A esto nos invita hoy el Señor, a ponernos en actitud de búsqueda y tratar de dejarnos encontrar por Él. Y si esto acontece, ponernos gratuitamente al servicio del Evangelio, al servicio de los demás. Amén.

martes, 3 de febrero de 2015

ACTIVIDADES PARROQUIALES

LOS NIÑOS DEL C.E.I.P. "VIRGEN DE LOS REMEDIOS ENTREGAN MAS DE 50 KILOS DE ALIMENTOS A CARITAS PARROQUIAL

El pasado viernes, los niños del Colegio Publico "Virgen de los Remedios" hicieron entrega a los miembros del equipo de Cáritas Parroquial de más de 50 kilos de alimentos recogidos por los propios niños. La entrega tuvo lugar dentro de los actos de clausura de la "Semana de la Paz" que se ha llevado a cabo dentro de las actividades educativas del centro.
Por los miembros del equipo de Caritas, se agradeció a toda la comunidad educativa de Arroyomolinos (profesores, alumnos y padres), el haberse acordado de Caritas Parroquial como receptor de los alimentos recogidos; al mismo tiempo que se recalcó la importancia de este tipo de iniciativas que fomentan el espíritu solidario entre los mas pequeños.
Los alimentos recogidos serán repartidos entre las familias de nuestro pueblo a las que se atiende des Caritas Parroquial y contribuirán a paliar las dificultades que vienen sufriendo estas familias. Al mismo tiempo que suponen una muestra visible del carácter solidario de nuestro pueblo y un reconocimiento de la labor que Caritas viene desarrollando desde la Parroquia.

domingo, 1 de febrero de 2015

CATEQUESIS DOMINICAL

IV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B
LA PALABRA LIBERA

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura. Deuteronomio 18,15-20: La promesa de un profeta. Dios elige libremente al profeta para que anuncie el mensaje y esté cercano al pueblo. El profeta no se escucha a sí mismo, sino que está siempre a la escucha de la palabra de Dios. Permanece siempre fiel a Dios y es su portavoz ante los hombres.
  • Salmo. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón”.
  • 2ª Lectura. I Corintios 732-35: El profeta al servicio del Señor. Continuamos la lectura del domingo pasado. Pablo, al observar que la comunidad primitiva vivía en espera del retorno del Señor, desea que sus fieles no tengan preocupaciones que estorben su vida de fe. El célibe estará más libre para servir al Señor con un corazón indiviso por amor al Reino. El que sirve a Dios es profeta del Señor.
  • Evangelio: Marcos 1,21-28: Cristo, el Profeta. Jesús está en Cafarnaúm y entra un sábado en la sinagoga para participar en el oficio sabático. El oficio consiste principalmente en oraciones y en la proclamación y explicación de la Palabra de Dios. Jesús explica la Palabra de Dios a sus oyentes, que estaban muy atentos. Después de escucharles afirman que enseña con autoridad y manda hasta a los espíritus inmundos y estos le obedecen.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El Evangelio de Marcos que leemos en este IV Domingo del Tiempo Ordinario, nos presenta a Jesús anunciando la Buena Noticia de Dios en su tierra de Galilea, y liberando de todo mal. Este anuncio no está exento de polémica y admiración por parte de sus oyentes. La polémica consiste en que Jesús se contrapone a los escribas, especialistas en la Ley y personas muy estimadas por el pueblo, y a los fariseos, en cuanto estrictos cumplidores de la Ley. Y la admiración estriba en que Jesús enseña de un modo diferente a los escribas, porque lo hace con autoridad y quebranta la Ley, al curar en sábado. Y el colmo de la admiración consiste en que el espíritu inmundo proclama que Jesús es “el santo de Dios”.
Jesús, “el santo de Dios”, con su nuevo estilo de enseñar, quiere decirnos hoy a nosotros que superemos a los escribas y fariseos que esperaban la salvación en el simple conocimiento literal de la Palabra de Dios y en el cumplimiento estricto de la Ley. Nos invita a no contentarnos sólo con la proclamación de la fe, a ver en Él “el santo de Dios”, como el hizo el espíritu inmundo, sino que sigamos sus pasos.
Fijémonos en su mensaje nuevo y fresco que no da lugar a la monotonía y el aburrimiento. Habla, se hace escuchar, convence y emociona. Su pedagogía no es la de los maestros de la Ley. Las palabras de Jesús llegan al corazón de los oyentes. ¡Son palabras auténticas! No son palabras vacías. Son coherentes con su vida; su mensaje va acompañado por su testimonio y por los hechos. La autoridad de Jesús hace crecer la ilusión en el corazón de aquellos que le escuchan. No quiere dominar, no los carga con leyes esclavizantes. Viene a dar vida. Anima a las personas. Los quiere liberar de todo aquello que limita la libertada y la dignidad de las personas.
Este perfil del Maestro y Señor y su nuevo estilo de enseñar es el que marcar los pasos del discípulo y creyente de hoy. Sólo puede ser discípulo de Jesús aquel que vive la relación con Dios, su Padre, como una experiencia festiva: “Él ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia” (Jn 10,10); ha sido capaz de superar todo miedo, pues, “no hay temor en el amor” (I Jn, 4,18); y crea en su entorno espacios de libertad y se pone en seguimiento de aquel que “nos ha liberado para la libertad” (Gál 5,1).
Queridos hermanos y hermanas, el ser “pescadores de hombres” del domingo pasado hoy significa rescatar a los hombres de lo que les ahoga y esclaviza. Jesús expulsa a los espíritus malos y devuelve la dignidad al hombre. Su Palabra no sólo convence, sino que transforma interior y exteriormente a las personas. Así, la tarea de sus seguidores consiste en seguir curando, liberando del mal, sanando la vida y ayudando a vivir de manera saludable. Esta lucha por la salud integral es camino de salvación. Es el impacto de una doctrina nueva, expuesta con autoridad. Amén.